Existe una necesidad de pensar en Economía política como una ciencia social. Algo que parece ser evidente tal vez no es. Social, porque representa significar las relaciones entre seres humanos juntos en distintas formaciones, para ello es preciso separar el exclusivo objeto cuantitativo de la Economía reflejadas en el estudio de las relaciones del hombre con las cosas, e integrarlo en una forma más general, uniéndolo a su complementario aspecto cualitativo a través del estudio de las relaciones sociales. En palabras de Sweezy,
“La producción de mercancías es separada del reino de los fenómenos naturales y se convierte en materia válida de la investigación histórico-social. El economista no puede ya confiar su atención a las relaciones cuantitativas que nacen de la producción de mercancías; debe dirigir también su atención al carácter de las relaciones sociales subyacentes en la forma mercancía. Se puede expresar esto diciendo que las tareas de la economía política no son sólo cuantitativas, sino también cualitativas.” (SWEEZY, 1945, pág. 35)
Resulta que si la Economía es solamente una ciencia que estudia la gestión de recursos escasos para usos alternativos, al recortar el objeto de estudio de la Economía política, deja procesos sin estudiar. Una ciencia de la administración de las cosas pierde gran parte de su carácter científico. Sería tan sencillo comprobarlo como quitar de las facultades de ciencias económicas la carrera de Economía debido a que si de administración se tratara nuestras facultades están más que dotadas de excelentes docentes y alumnos dispuestos a estudiar esos procesos.
Sin embargo, procesos como la reproducción, la acumulación, distribución e intercambio de cosas materiales no son sino en función del hombre en sociedad. ¿Por qué no se hace evidente? En la producción de mercancías y en la producción de capital, los productos del trabajo parece que gobernaran el intercambio y la producción. En el intercambio, si fueran las cosas valiosas, son ellas mismas las que se ponen enfrentadas mediante sus propiedades. En la producción, es el obrero mismo quien, cuanto más valores produce, más cosas se le vuelven en su contra y es el gestor del capital (poseedor o propietario) quien, al momento de tomar sus decisiones de mando, se encuentra con una serie de relaciones externas a su voluntad - competencia de otros capitales - que en definitiva, que limitan o dirigen su actividad. En todos estos casos las “leyes” del sistema operan a espaldas de sus integrantes, aparecen las cosas mandando sobre el hombre.
El movimiento social aparece como un movimiento natural. En el acto del intercambio. Sin embargo, allí el valor de uso (cualidad material) se transforma en valor de cambio (cualidad social); el trabajo privado se transforma en social; el trabajo concreto (carpintero, odontólogo, etc.) se transforma en trabajo abstracto (gasto de músculos y cerebro), trabajo en general.
La cosificación de las relaciones sociales oculta el estudio de las relaciones sociales aparentándolas como si fueran relaciones entre el hombre y la cosa. Esto produce, entre otras cosas, un desprecio al análisis de clase como principal actor del sistema, al asignar a las cosas el poder de producir valores de cambio, donde en
“el mundo encantado, invertido y puesto de cabeza en que Monsieur le Capital y Madame la Terre aparecen como personajes sociales, a la par que llevan a cabo sus brujerías directamente, como simples cosas materiales.” (MARX, El Capital, 1959, pág. 768)
Es decir, le dan una función creadora que justifica la existencia del pago por el uso de sus propiedades al poseedor.
Resulta de una concepción cosificada del capital – donde el arco y flecha del cazador es capital cuando alguien lo posee para alquilarlo - provocar una eternización de las relaciones sociales. De esta forma se evita cuestionar, y con ello estudiar, las relaciones sociales básicas del sistema, capital y trabajo asalariado. La asignación del poder independiente a la materia evita conocer el grado de dominio del hombre sobre la materia en su actividad productora. Resulta paradójico que semejante sistema haya sido el que provocara el mayor grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
En resumen,
“El poder social, esto es, la fuerza de producción multiplicada, que nace por obra de la cooperación de los distintos individuos empujados por la división del trabajo, se les aparece a éstos, por no tratarse de una cooperación voluntaria sino natural, no como poder propio, asociado, sino como un poder ajeno, cuyo origen y fin desconocen, y que, por tanto, no pueden dominar.” (Llanos, 1986, pág. 155)
Lo anterior pretende, también, significar el estudio – de objetos, sujetos y métodos - de la Economía política en la historia del pensamiento económico. La economía desprovista de su historia, como ciencia y como procesos, sólo puede reconocer la selección natural de aciertos como una construcción única. Una especie de evolución del pensamiento económico, la selección natural entre teorías alternativas. Por supuesto nada más alejado de los procesos reales que ello. Sólo por nombrar algunos marcos teóricos contemporáneos: Marxistas, Feministas, Teoría de la regulación, Post-Keynesianos, Institucionalistas, Teoría del circuito, Economía social-humanística, Radicals, Estructuralistas, (Neo) Evolucionistas, Neo-Ricardianos, Convencionalistas, Estructura social de acumulación, etc.
La Economía política reconoce que su contenido no puede ser desconocido en su propia historia, ni con sus propias críticas. No lo ha hecho Adam Smith, quien emitió críticas al sistema mercantil (mercantilismo) y agrícola (Fisiocracia). Tampoco David Ricardo quien le ha escrito sus críticas a Smith. Menos aún Carlos Marx habiendo dedicado tres grandes tomos de “Las teorías sobre la plusvalía” al estudio y crítica de su contemporánea historia del pensamiento económico. Pero tampoco Marshall, quien ha confesado reinterpretar a Ricardo en otras claves y menos Lord Keynes con su Teoría General apuntando a su economía clásica.
Entonces ¿Por qué una crítica aparentaría ser externa? ¿No fue Marx quien dedicó su vida al estudio de la misma Economía política? ¿El estudio de ello debe considerarse un campo del saber separado? O pretendiendo comprender los límites de la economía política clásica el resultado – no así el objetivo – fue marcar nuevos límites más extensos. Entiendo que ello es parte de la historia de nuestra ciencia y por lo tanto componente de la misma, producir una ruptura completa no solamente es metodológicamente incorrecto – como se argumentará en el apartado sobre metodología – sino que estratégicamente perjudicial para llegar a configurar campos teóricos que tengan presente aspectos plurales de la teoría-praxis social.
La concepción evolucionista de la historia del pensamiento económico muestra El origen de las teorías por medio de la selección natural, o la preservación de las escuelas preferidas en la lucha por el grado de cientificidad. Según esta visión, el estado de la teoría económica actual es resultado de un proceso de elección por parte de la comunidad científica – o sencillamente por la aplicación estricta de un método - que, siendo la que selecciona sus propios criterios de selección, decide los mejores recursos para el saber económico habiendo puesto a prueba a todas aquellas que competían en la búsqueda del saber. La evolución del pensamiento económico es una concepción muy cuestionable, primero, porque la realidad concreta sucede en el tiempo histórico (no lógico) por lo tanto, una teoría que bien puede adecuarse a una época puede provocar esquemas de interpretación completamente errados en otra. En segundo lugar, es muy cuestionable ser juez y parte. Juez en concursos docentes, juez en publicaciones de artículos y libros. Ser parte en la misma producción de conocimiento y parte en la misma producción de procesos sociales (por ej. desregulaciones financieras del neoliberalismo).
Pero si pretendemos seguir llamando Economía Política a nuestra ciencia es preciso comprender como se vincula con la economics.
Se ha argumentado que parte del logro de la Economía marginalista sobre la Economía política Clásica, ha sido sus formas más generales de interpretación de los procesos económicos. Esta presentación aún sin ser un “crítico severo” resulta altamente cuestionable, por un lado, en términos metodológicos ante procesos de formación económica distintos la existencia de un único criterio teórico no parece ser la mejor alternativa, en este sentido el pluralismo metodológico intenta superar principalmente el encasillamiento del individualismo metodológico. Incluso Mark Blaug reconoce este problema,
“pero cuando abandonamos el campo de análisis de corto plazo y nos ocupamos de las cuestiones clásicas referentes a la acumulación de capital… Un crítico severo podría decir que la economía neoclásica logró en efector una generalidad mayor, pero sólo porque se planteó interrogantes más fáciles.” (Blaug, 2001, pág. 324)
Pero aún así, la Economía ha simplificado (en palabras de Blaug sinónimo de generalizado) los procesos de estudio precisamente reduciendo su ámbito de aplicación, en el extremo, a la nada misma. Debido a que esos procesos sólo ocurren en la mente de quienes los reproducen. En este sentido es preciso concluir que la Economía es un recorte de una porción de los objetos de estudios de la Economía política como ciencia social.
Es interesante notar que la afirmación de Sraffa acerca de lo necesario de
“volver a la política económica de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
no quiera decir que tengamos que seguir el camino que ha seguido el mismo Sraffa. Precisamente porque Marx al caracterizar de símil forma la economía política, intentaba hacerlo en un sentido que el mismo Sraffa abandona, vale decir, el estudio de la forma y contenido del valor, o en términos de Sweezy, “el valor cualitativo”. Marx,
“Y, para decirlo de una vez por todas, advertiré que yo entiendo por economía política clásica toda la economía que, desde W. Petty, investiga la concatenación interna del régimen burgués de producción, a diferencia de la economía vulgar, que no sabe más que hurgar en las concatenaciones aparentes, cuidándose tan sólo de explicar y hacer gratos los fenómenos más abultados, si se nos permite la frase, y mascando hasta convertirlos en papilla para el uso doméstico de la burguesía los materiales suministrados por la economía científica desde mucho tiempo atrás, y que por lo demás se contenta con sistematizar, pedantizar y proclamar como verdades eternas las ideas banales y engreídas que los agentes del régimen burgués de producción se forman acerca de su mundo, como el mejor de los mundos posibles.” (MARX, El Capital, 1999, pág. 45)
La Economía Política es hoy aquello que Marx criticó y es Marx también. Es aquella crítica que con sus pretensiones superadoras ha dado lugar a la controversia sobre la separación entre “lo político” traducido en la crítica de Marx a sus contemporáneos programas socialistas, “lo económico” traducido en la Economía Política Clásica, y “lo Filosófico”, referente la filosofía del derecho en Hegel y los jóvenes hegelianos. Economía política es ello, es el marginalismo y sus vínculos problematizados y es un conjunto de aportes que no han sido problematizados por el marxismo o el marginalismo también.
De momento es común la aclaración – cierta - que la economía política fue aquello que Marx criticó, por ello es necesario incorporar el término contemplando el significado que se le da – para el estudio de lo social – incorporar la crítica de Marx a la Economía política de su momento. Una interpretación separatista respecto a Marx la encontramos en Joseph Schumpeter: “Capitalismo, Socialismo y Democracia”