¿Existe una jerarquía de procesos en el que uno determine al resto? Si ello fuese así deberíamos concentrar más esfuerzos en el estudio de aquellos procesos primeros.
No sólo la Economía Clásica le ha dado el lugar central que tiene el proceso de trabajo. Con distintos matices, Alfred Marshall ha planteado posiciones que deberían avergonzar a los manuales modernos que dicen ser fieles representantes de su pensamiento, cuando afirma que:
“Es preciso insistir sobre este punto, sobre todo ahora en que la reacción contra Ricardo y sus seguidores, por haber dejado de estudiar las necesidades, muestra signos de desviarse hacia el extremo opuesto. Es importante todavía el reafirmar la gran verdad sobre la cual insistió Ricardo, tal vez con marcado entusiasmo, a saber: que si bien las necesidades son las que rigen la vida de los animales inferiores, son los cambios en las formas de los esfuerzos y actividades hacia los que debemos volvernos cuando tenemos que investigar los principios fundamentales de la historia de la humanidad.” (MARSHALL, 1948, pág. 75)
Tampoco atribuyó el carácter ilimitado a las necesidades, y es notorio que la economía moderna se haya construido sobre sus aportes[1] dejando de lado el hecho que
“las necesidades y los deseos humanos son numerosos y variados, pero, generalmente son limitados y susceptibles de ser satisfechos” [El subrayado es mío] (MARSHALL, 1948, pág. 78)
y en relación a la relevancia del estudio de las necesidades por el lado de la demanda o de las actividades por el lado de la oferta,
“…aunque son las necesidades del hombre las que en las etapas primitivas de su desarrollo dan origen a sus actividades, más tarde, cada nuevo paso hacia adelante debe considerarse como el desarrollo de nuevas necesidades que crean nuevas actividades (…) Ambas teorías [demanda y oferta] se complementan mutuamente; una es incompleta sin la otra; pero si una de ellas puede pretender ser intérprete de la historia del hombre…esta teoría es, indudablemente, la de las actividades y no la de las necesidades.” (MARSHALL, 1948, pág. 79)
Las relaciones entre la producción, distribución, el cambio y el consumo, son relaciones dialécticas. Es difícil identificar el comienzo y la secuencia. Sirva lo anterior para tenerlo presente como actividad humana separada de su contexto histórico una vez que el grado de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzó el nivel suficiente como para que el ser humano deje su “estado primitivo y rudo de la sociedad”. Sin embargo las formas no se perpetúan y desarrollan bajo las condiciones generales sino particulares. En los procesos del capital la estructura, las formas de propiedad de los medios de producción determinan una forma de posesión de los medios de consumo. Las relaciones no dejan de ser orgánicas porque ello así suceda ya que
“si nos fijamos en las sociedades enteras, la distribución parece preceder desde un punto de vista a la producción y determinarla, asimismo como un hecho preeconómico.” (MARX, GRUNDRISSE 1857-1858, 1985, pág. 11)
Tener presente la distribución de propiedad, distribución de apropiación y distribución de riquezas para consumo, es lo que permite comprender la relación orgánica entre las fases del proceso (PDCC).
“La distribución es, as u vez, un producto de la producción no solamente en cuanto al objeto, por cuanto solo pueden distribuirse los resultados de la producción, sus frutos, sino también en cuanto a la forma, ya que el modo específico de participar en la producción determina las formas especiales de distribución, la forma en que ésta se lleva a cabo. Es totalmente ilusorio el poner en la producción la tierra, en la distribución la renta territorial, etc.” (MARX, GRUNDRISSE 1857-1858, 1985, pág. 11)
En la reproducción del capital el fin no es el consumo, sino la creación de excedente, por ello que el circuito no tenga un inicio y un fin y sea precisamente reproducción. Y que los problemas de distribución de riquezas para el consumo, deban ser comprendidos desde las relaciones sociales de producción. La “demanda efectiva” está inmersa dentro de la espera previa de la distribución del ingreso, y ésta dentro de la distribución del trabajo. Las relaciones sociales de la oferta y demanda deben enmarcarse en el estudio de las relaciones de la distribución del trabajo social (SWEEZY, 1945, pág. 61) .
En este sentido no es llamativo que desde uno de los ejes temáticos centrales en el mainstream, como es la
teoría de la empresa, tengamos - a excepción de la competencia en monopolio - escasa producción que pueda
establecer alguna conversación. Se ven los distintos significados en los estudios de los procesos históricos de
las formaciones empresariales, como el Fordismo, Taylorismo y Toyotismo, antes que la propuesta del análisis
a-histórico de la empresa en condiciones de competencia.
[1] Con lo anterior no se pretende reivindicar el método y contenido general adoptado por Marshall, pero es pertinente preguntarse por qué el mainstream está tan alejado del verdadero carácter social de la Economía Política.
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