Presentación de Thomas Piketty en la fundación OSDE |
Tal vez uno de los fenómenos
más relevantes que aporte la reciente publicación de El Capital en el Siglo XXI del economista francés Thomas Piketty
(43) sea la experiencia recogida por aquellos que indagan el devenir de las
actividades de nuestra ciencia y profesión. Mirando atrás la última vez que la
economía discutió con este énfasis un gran libro fue en la publicación de la Teoría General… de Keynes en 1936, también
siete años después del inicio de una gran crisis.
Hace más de medio siglo que la
economía viene cambiando la forma y los contenidos del diálogo. La
proliferación de artículos en revistas, la especialización temática y
metodológica, su internacionalización e institucionalización, la búsqueda de
reputaciones académicas, la competencia de los rankings de los departamentos de
economía de las universidades y publicaciones, se hicieron moneda corriente en
más de 60 años de norte-americanización de nuestra ciencia.
Matemática
¿Estás ahí?
Hay que decir que el diálogo
no es algo frecuente en economía. Datos publicados por el investigador Galés Joe
Francis en su blog muestran que para fines de la década de 1960
un poco menos del 24% de los artículos publicados en las cinco principales
(léase, condicionantes) revistas académicas contaban con un comentario o
réplica. Ese porcentaje cae hasta nuestros días por debajo del 3%.
En el año 2012, investigadores
de la London School of Economics y el FMI estudiaron los efectos académicos del
uso de
las matemáticas en la economía y encontraron una fuerte
tendencia en la matematización dando evidencia sugerente de la intensidad de
este cambio: Entre 1895 y 1905 había un promedio de 4 ecuaciones por artículo
al año. Entre 1996 y 2006 el promedio anual de ecuaciones por artículo asciende
a 70. Antes de 1950 se podía encontrar 1 resultado econométrico cada 10 artículos
publicados, posteriormente a esa década se encuentran 12 resultados
econométricos cada 10, efecto por supuesto de la incursión informática en los
economistas y de sus ganas de matematizar todo lo que tienen a mano. El trabajo
señaló también que las probabilidades de ganar un Premio Nobel (Premio del
Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel) aumentan
cuanto más formación y uso de las matemáticas se encuentran en el premiado.
Cuenta un colega que el creador
del Análisis Económico Input-Output, Wassily Leontief, revisó los artículos
publicados entre 1977 y 1981 en uno de las revistas académicas más consultadas
en la actualidad por los economistas de todo el mundo (el American Economic Review) y decidió dejar de publicar en ese tipo
de revistas, luego de observar que el 54% de sus revisiones eran modelos
matemáticos sin observación empírica, el 23% extraía inferencias estadísticas
de datos recogidos con propósitos diferentes y 12% eran análisis sin datos ni formulaciones
matemáticas. En esa búsqueda también encontró una investigación empírica sobre
la maximización de la utilidad de las palomas. El artículo había sido publicado
en 1981 bajo el título Income-Leisure
Tradeoffs of Animal Workers, donde se buscaba demostrar la aplicabilidad de
la teoría del consumidor para predecir comportamientos de las aves. Este
artículo se publicó en la revista más consultada de la economía moderna en el
año 1981, al que están suscriptos más de 19.000 economistas de todo el mundo y
que es fuente de consulta en muchas instituciones públicas y privadas
relacionadas con la producción intelectual y material.
No sorprende que Piketty
señale que los economistas estadounidenses no lo convencieron demasiado cuando
arribó a ese país a los 22 años de edad. Tampoco sorprende que indique que “…la
disciplina económica aún no ha abandonado su pasión infantil por las
matemáticas y las especulaciones puramente teóricas y muy a menudo,
ideológicas, en detrimento de la investigación histórica y de la reconciliación
con las demás ciencias sociales”. La profesión quería al joven Piketty que
hacía su tesis con unos teoremas abstractos aunque “…no conocía nada de los
problemas económicos del mundo”. Pero es la misma profesión que quiere al maduro
Piketty, que dejó las matemáticas, se volvió a Francia y sabe un poco más del
mundo real.
Piketty
en Argentina
El pasado viernes 16 de enero
este economista visitó nuestro país para dialogar con funcionarios públicos,
economistas y otras audiencias en la Capital Federal. Una de estas audiencias
se desarrolló con un raro conjunto de patrocinantes privados y públicos, en el
centro geográfico de las administraciones de las empresas transnacionales, a
pasos de nuestro subdesarrollado centro financiero (microcentro) y a metros donde
una parte del dinero de dudosa procedencia va a parar, Puerto Madero.
Este autor convoca a
faranduleros como a científicos sociales. Evoca críticas desde la izquierda, el
centro, hasta los conservadores y libertarios. Lo discuten desde hombres de
negocios y embajadores hasta intelectuales y sindicalistas. La experiencia
Piketty tiene esa extraña combinación de interpelar a muchos ¿Por qué razón?
Cuando se lo pude preguntar respondió “No sé, tal vez tuve suerte” y señaló que
existía una demanda de la democratización del pensamiento. Mostró particular
interés en decir que el lenguaje del libro es accesible al público no
especializado y señaló que los economistas “ya no escriben, ni leen libros”.
Evocar a la suerte no fue la
mejor respuesta que esperaba del ocupante del puesto trece entre los
economistas más influyentes del mundo (según The Economist). En principio diré que la experiencia Piketty no es
fácil de estudiar. Para tener una imagen nítida de los fenómenos del
conocimiento pueden pasar décadas, cierto. Sin embargo eso no nos impide
especular acerca del porqué de esta difusión, de este debate, de esos lectores,
etc.
Piketty analizó un proceso de
largo plazo que gran parte de sus estudiosos reconocía, aunque con datos
parciales. Apareció en un momento en que dejó de mostrar urgencias la principal
economía del mundo, EE.UU. Desde el año 2007, una batería de publicaciones
sobre la crisis llamaba la atención a la luz de la decadencia de la economía
americana. ¿De qué servía pensar el largo plazo si se desconocía el presente? O
mejor ¿Cómo íbamos a debatir sobre el capital en los dos siglos pasados si
queríamos revisar qué le pasaba al capitalismo en los últimos 30 años? Asimismo
concentró su ataque al indicador más grosero desde los años 70s: la desigualdad.
No sólo de ingresos, sino de propiedades. Recién cuando los debates sobre la
crisis del 2007 se habían logrado ordenar en sus respectivos espacios, apareció
un libro con un título sugerente. ¿Una reinterpretación del El Capital de Marx
para el nuevo siglo?
En las primeras páginas del
libro el autor deja ver que no es un aporte desde el marxismo. Su discurso provocó
al mundo de las finanzas y negocios (Financial
Times, Wall Street Journal, Foreign
Affairs, Forbes, etc.), hizo
eco tanto en un mainstream de voces críticas como Joseph Stiglitz y Paul
Krugman como al mainstream en persona: Gregory Mankiw. El título del libro evocó
a estudiosos de izquierda que se vieron interpelados por la ignorancia de la
derecha que acusaba al propio Piketty de marxista, pretendiendo con ello disparar
contra su mensaje reformista y de paso, asegurarse que el marxismo seguirá
marginado de la academia.
Pero este abanico de
interlocutores no son tantos como para convertir al libro en un best seller. Queda sin explicar por qué
la publicación fue un éxito editorial. Las librerías de EE.UU. lo ponían en
vidrieras junto a los grandes libros de cocina, las novelas del momento y otros
libros de chismerío político. Creo que una mirada del mensaje de Piketty puede aportar
algo a esa explicación: la separación de la propiedad y gestión se aceleró
después de las décadas de 1970 y 1990, el 10% más rico de EE.UU pasó de tener
el 35% de la riqueza anual en 1980 hasta casi el 50% en los años previos a la
crisis del 2007. Unos días atrás un informe señaló que en dos años el 1% de los
más ricos del mundo podría quedarse con la mitad de lo producido en un año (oxfam.org).
Éste es el hecho que motiva la reacción del movimiento Occupy Wall Street nacido en 2011 en las calles del distrito
financiero de Manhattan cuando dicen: “somos el 99%” que “patea el culo de la
clase dominante”.
No obstante lo anterior, los
hombres de negocios, gerentes medios y demás no estuvieron exentos del discurso
dominante de las finanzas, por el contrario, formaron parte de él. Hace tiempo
asistimos a que las profesiones encuentren su cultura financiera de alguna
forma, ya sea incorporando ese discurso en los currículums de grado y posgrado,
a través los libros sobre la gestión del patrimonio (How to Make Money While you Sleep!) y su vínculo con los mercados
financieros o mediante cursos online introductorios a las finanzas. El mensaje
de la economía de tu vida cotidiana y la financiarización es contundente: el
arquitecto, el vendedor, el odontólogo, el dueño de un comercio, el
farmacéutico, etc., todos deben saber cómo hacer dinero mientras duermen. No
olvidemos el éxito editorial -simétrico del fracaso intelectual- que provocó el
famoso Freakonomics no hace tantos
años al señalar que la economía es un método y se puede aplicar a casi
cualquier cosa.
El batallón de revistas y
periódicos que durante años contribuyeron a instalar el discurso económico-financiero
en la ciudadanía, ahora se ocupaba de señalar o criticar el mensaje de Piketty,
que por cierto, también era una buena salida para dejar de dar explicaciones
sobre el desastre que sus defendidos lideraron. Si en los mercados de valores
el comportamiento por imitación provoca corridas de ventas y compras, ¿cómo no
podría suceder ello con un libro que va a hablar parcialmente de quienes poseen,
desean o aborrecen esos valores? Seguramente esa suerte a la que hacía
referencia el autor sea parte del comportamiento mimético que existe en nuestra
sociedad y que coadyuvó a su éxito editorial.
Más
allá del debate Piketty
Recientemente en Argentina, se
publicó una compilación de artículos denominada El Debate Piketty donde se exponen algunas repercusiones teóricas
que tuvo el libro entre distintos actores. El título de esa compilación es
interesante porque delimita una parte del fenómeno: el debate. El problema
adicional a las ideas -independientemente de cómo fueran estimadas- de Piketty,
es que provoca no sólo debate sino una experiencia distinta a la que estamos
acostumbrados en la forma de producir, difundir y debatir pensamiento económico,
y lo hace además, en unas décadas de conflicto espasmódico contra el pensamiento
dominante.
No digo que estemos cambiando
la forma de dialogar a causa de la experiencia Piketty -personalmente creo que ello
no sucederá-, lo que resulta interesante es preguntarse por qué razón en la
academia, la política y los negocios se ha prestado atención a un autor que no
dice lo que el 1% con más poder de compra quiere escuchar, que no lo hace de la
forma que la mayoría académica respeta (sino que acusa a la profesión de
infantil) y que lo hace en un libro de más de 650 páginas que difícilmente un
ciudadano corriente esté llamado a comprar.
Hace un tiempo que estudio a
la academia, he visto y concluido que la debilidad intelectual puede durar
mucho y que deben ocurrir eventos muy groseros antes que el frasco se rompa. Tal
vez hayan querido dejar de formalizar tonterías, de hablar de blancas palomitas
y algunas semillas de pensamiento crítico se plantaron después de décadas de
cambios geopolíticos y crisis económicas. Pero la debilidad intelectual puede permanecer
en el tiempo y la experiencia de las ideas económicas del siglo XX muestra que
la economía que domina se ocupó muy bien de traducir los mensajes problemáticos
al idioma de la armonía y la conservación.
En
fin
Piketty es profesor de la
École d’Économie de Paris y ciertamente uno de los pensadores globales más
influyentes. Recibió en 2013 el premio Yrjö Jahnsson de la European Economic
Association (YJEEA) y recientemente rechazó la distinción de la Legión de Honor
que otorga el Estado Francés al indicar que no es el gobierno quien debe
decidir quién es honorable.
Teniendo presente que Piketty
ha hecho mucho ruido en la profesión, que recibió el premio YJEEA en Europa (comparable
a la John B. Clark Medal en EE.UU), que también el actual francés premio Nobel en
economía Jean Tirole en 1993 recibió el YJEEA, que el 40% de economistas que
titularon el premio del Banco de Suecia habían recibido anteriormente la
medalla John B. Clark, parecen ser pistas suficientes como para ignorar que
pueda ser propuesto por el Banco de Suecia al premio en honor a Alfred Nobel en
un futuro, tal vez no tan cercano.
Decía una no-ganadora de
premios bancarios como Joan Robinson que “…si la Economía es el opio de las
almas religiosas, la principal crítica contra los excesos de los adictos a esa
droga habría que enderezarla hacia quienes la fabrican.” Me gusta creer que
Piketty no fabricó opio, que llegado el momento su contribución posterior a
este intenso debate argumentará que a ningún banco le toca decidir quién se
lleva los laureles y esta experiencia habrá sido realmente constructiva para
lograr un cambio en las formas de pensar la economía.
1 comentario:
Impecable análisis.
Me quedo con esto: "lo que resulta interesante es preguntarse por qué razón en la academia, la política y los negocios se ha prestado atención a un autor que no dice lo que el 1% con más poder de compra quiere escuchar, que no lo hace de la forma que el 90% de la academia respeta y que lo hace en un libro de más de 650 páginas que difícilmente un ciudadano desinteresado este llamado a comprar."
Yo me pregunto exactamente lo mismo. Además me pregunto por qué Piketty y no un tipo como Galbraith, que escribe desde bastante antes sobre estos temas, y que también ha tenido llegada en el mainstream.
Saludos.
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