Los triunfantes de la crisis del estado de bienestar (o malestar, según
quien) configuraron un mundo distinto hacia fines de la década de 1970. Las
economías capitalistas cambiaron sus formas de producir, costear la producción,
financiarla y distribuirla. Económicamente fracasado pero política, social e
ideológicamente exitoso, el neoliberalismo logró algunos de sus propósitos: la
restauración de las tasas de ganancias, la reducción (leve) de la inflación, el
aumento de la desigualdad, la racionalización del empleo y mundialización del
capital. Sin embargo, no pudo cumplir con su promesa última de restaurar altas
tasas de crecimiento de la riqueza. El capitalismo aceleró su expansión
territorial y encrudeció las relaciones de clase creando bienes y servicios a
un ritmo menor. En su haber acontecen más
deudas, más concentración del poder, más inestabilidad, mayor frecuencia de
crisis financieras con menor riqueza y más desigualdad.
Los economistas e investigadores
franceses del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) Gerard
Duménil y Dominique Lévy sostienen que los fondos de inversión junto a grandes
instituciones financieras controladas por ejecutivos especializados están
abriendo una nueva mutación en las relaciones de propiedad como una
prolongación de la vieja y conocida sociedad por acciones. Proceso que se
precipitó desde mediados de la década de 1990. En su libro titulado La crisis del neoliberalismo (2011) los
autores insisten que asistimos a una transformación del neoliberalismo conformado
por un compromiso de derecha de las clases dominantes creando un nuevo orden
social con mayor injerencia de las administraciones centrales y los gestores
del capital. Llamaron a este proceso neomanagerialism.
Los datos expuestos son sugerentes: hacia fines del año 2006 (año previo a la
crisis mundial) el valor de los activos financieros totales representaba cerca del
doble del PBI mundial, el valor de los activos gestionados por los mil bancos
más grandes eran casi 25 veces más grandes que toda la riqueza generada en
África durante un año y el de los gestionados por 500 gerentes equivalente a 5
veces el PBI de Estados Unidos.
Recientemente Duménil fue invitado a la
Argentina en el marco VII Jornadas de Economía Crítica realizadas en la
Universidad de La Plata. En numerosos debates durante su estadía presentó lo
que considera dos pruebas fundamentales que contribuyen a su tesis sobre el
cambio de fase del capitalismo. La primera de ellas surge de un trabajo
realizado en el año 2011 por tres investigadores del Instituto Federal de
Tecnología de Zúrich (Suiza) titulado LaRed de Control Corporativo Global. Estos investigadores descubrieron la
existencia de una red de propiedad global que contiene una íntima relación de
control y conforma lo que dieron en llamar una “súper-entidad”. Los
investigadores estudiaron las relaciones de propiedad, valor y control de más
de 43 mil compañías transnacionales que presentaron más de un millón de
vínculos entre ellas. Encontraron que 295 de esas compañías forman un núcleo
duro de relaciones, compuestas mayormente por grandes compañías financieras. Aunque
el trabajo no sugiere un comportamiento en bloque, al menos permite afirmar que
no vivimos en un mundo de carácter “competitivo”. Este tipo de estudios agregó
una dimensión poco estudiada del mundo de las desigualdades, la del control.
Llegó a la interesante conclusión que distribución del control y propiedad es
más desigual que la distribución de los ingresos entre esas compañías.
Conclusión que parece paradójica si se estima desde el punto de vista de la
eficiencia.
La segunda prueba presentada apareció en los
datos publicados en el libro de Thomas Piketty, El Capital en el siglo XXI. Duménil y Lévy sostuvieron desde la
llamada revolución gerencial (managerial
revolution) a inicios del siglo XX para estados Unidos, los gerentes del
capital lograron remuneraciones relativas cada vez mayores, cambiando de este
modo su lugar dentro de las configuraciones de clases. Este proceso se aceleró
a desde la crisis del estado de bienestar
y se potenció fuertemente en la última década. Así las gerencias que a
principios del siglo XX eran ocupadas por una nueva clase media, ubicada entre
los capitalistas y las clases populares, fueron convirtiéndose de a poco en
reducto reservado para los custodios del capital con intereses encontrados con
las mayorías trabajadoras y muy bien pagos por su función.
Interpretar la historia mientras ocurre
puede ser una tarea difícil y seguramente riesgosa pero con seguridad quien
observara con detenimiento las relaciones sociales del trabajo, relaciones
entre Estados y los balances económicos globales en la década de 1990 y las
comparara con la actualidad debería preguntarse sobre la dirección y la
intensidad de los cambios ocurridos. Las tesis de los investigadores del CNRS
señalan un mundo donde el viejo poder concentrado se vuelve aún más prepotente,
porque se asienta sobre condiciones de poder mayores a las conocidas por el
capitalismo neoliberal. Según ellos, aquel ha mutado de forma tan significativa
como para estimar una nueva fase del capitalismo.
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