Pese a que acordamos en que es uno de los principales argumentos sobre la función de la historia del pensamiento, tenemos que aceptar que la metáfora es ligeramente desafortunada. Esperamos el efecto de un antídoto sobre una cosa ya formada, esto supone que la historia del pensamiento económico viene después de la formación inicial del economista. A pesar que esto podría ser una muy buena caracterización de la situación actual no es necesariamente la única función que tiene, al contrario –como también se ha señalado en dicha discusión- la historia del pensamiento económico tiene un carácter ordenador de las ideas, categorías, métodos y procesos que difícilmente pueda ser reemplazado con otra disciplina[3]. Entonces es un antídoto hoy sobre ciertos abordajes iniciales solamente por su vínculo con su función pedagógica más general: la de poseer cualidades comprensivas (que por ser ordenadoras no descartan el conflicto) de lo económico-político.
Por poseer esta
cualidad, la historia del pensamiento económico se puede muy bien volver
dogmática. Solamente para citar algunos ejemplos de estos abordajes, podríamos,
a modo de ejemplo, indagar en la “Teoría
económica en retrospección” de un historiador con el reconocimiento académico
de Mark Blaug cuando afirma que debemos evitar
“tomar la paja por
el trigo y a pretender la posesión de la verdad cuando sólo poseen una serie
intrincada de definiciones o juicios de valor disfrazados de reglas científicas. Sólo mediante el estudio de la economía moderna
resulta posible darse cuenta de esta tendencia.” (Blaug, 2001, p. 784)
Entonces
podremos explicar a Smith mediante curvas de oferta y demanda que nunca
proyectó y de esta forma legitimar la moderna teoría de la mano de su supuesto
fundador. Pero la frase va más allá, solo es posible estudiar, efectivamente,
la historia del pensamiento económico mediante la teoría moderna como “poniendo
el viejo vino en nuevas botellas”. Las únicas formas de llegar a comprenderla
es mediante la historia del pensamiento o mediante la definición (imposición)
directa[4]. Se
comprenderá que el argumento de Blaug nos lleva a la segunda opción aunque
justifica con igual fuerza el estudio de la historia del pensamiento económico,
ya que es la que permite separar “el trigo de la paja”[5].
El
conocido manual de Makiw al que acceden millones de estudiantes en todo el
mundo plantea que
“es
inevitable que haya alguna discrepancia entre los economistas, puesto que
emiten juicios científicos distintos y tienen valores diferentes. Sin embargo
no debemos exagerar el grado de discrepancia. En muchos casos los economistas
ofrecen una opinión unánime” (Mankiw, 2002, p. 22)
Y
en relación a las barreras a las importaciones se luce indicando que “casi
todos los economistas se oponen a esas barreras que obstaculizan el comercio”
debido a que reducen el bienestar. Pero ¿De donde saca semejantes afirmaciones
este reconocido economista? La fuente citada es “Is There a Consensus
among Economists in the 1990's?” publicada en 1992 por Richard M Alston, J R
Kearl y Michael B Vaughan.
Claro que Mankiw olvida primero indicar que tal generalización está arrebatada de
una encuesta que recorta una parte importante de economistas estadounidenses (1.350
economistas consultados de los que respondieron solamente el 34,4%!) donde que
menos del 12% pertenece a grupos probablemente críticos del libre comercio. Aunque
Mankiw no lo quiera notar, en caso de validarse su consenso podríamos utilizar
mucho mejor tales afirmaciones para concluir que los programas de estudio en
EEUU no proponen la pluralidad de ideas o que las únicas opiniones que merecen
ser escuchadas son las de los economistas norteamericanos - y no la de los
mexicanos - con el mismo nivel de rigurosidad que el planteo de su proposición.
Paul Samuelson en su clásico “Economía” nos tranquiliza momentáneamente
citando lo mucho que se hubiera perdido la economía de haberle hecho caso a las
afirmaciones de J. S. Mill sobre la síntesis de la teoría del valor y afirma
que los historiadores de la ciencia muestran que el progreso es
discontinuo, sin embargo, antes de solamente presentar a los clásicos, Keynes y
las diversas versiones del monetarismo, como aquellas escuelas que discuten la
reproducción agregada, Samuelson, trazando
una recta que va de Ricardo, Mill, Marhsall, Pigou, Keynes, Friedman, Lucas,
Sargent y Barro[6],
dice,
“En este libro, la filosofía es
considerar todas las escuelas de pensamiento. Se tiende a ver el enfoque
keynesiano convencional como la mejor manera de explicar el ciclo económico en
las economías de mercado. Pero las fuerzas detrás del crecimiento económico en
el largo plazo se entienden mejor si se emplea el modelo neoclásico” (Samuelson, 2006, p. 662)
Como
advierten Gide y Rist (1949), en otro extremo se señala que las ideas no son
más que el resultado impuesto de los acontecimientos históricos, entonces, las
formas ideales, dificilmente puedan siquiera torcer el curso de la historia por
lo que su lugar en el estudio de las ideas en economía política resulta
exagerado. Tenemos que la primera aproximación nos lleva a la eliminación de
los hechos y la segunda a la de las ideas. Lo que ambas comparten en es la
intención de descifrar ideologías de las “verdaderas” teorías de la búsqueda de
la evolución del pensamiento hasta el estadío superior o superador a través del
descubrimiento de un avance casi mecánico[7]. Pero
para responder a estas concepciones debemos estudiar la historia del
pensamiento, porque incluso ambas posiciones tienen su historia.
Un
ejercicio interesante para plantear a ambos dogmatismos parte de las
condiciones de la crisis actual. Pocos estarían en desacuerdo en que el estado de
nuestra ciencia ha llevado una parte de culpa sobre la actual crisis económica
puesta en evidencia a partir del 2008. Del mismo modo, al reconocer que el
estado de los conocimientos dominantes sobre esta materia ha influido en esta
catastrófica realidad, se borra todo tipo de acusación estéril a las formas
ideales que, aunque sean acusados de reproducir “falsos reflejos”, son
evidentes transformadoras de la realidad.
[1] El
debate fue presentado por Leandro Haberfeld donde participaron como expositores
Pablo Levín de la FCE-UBA y José Streb del CEMA. Se podrá consultar el audio en
http://foroseconomiauba.blogspot.com/
[2] Un
ejemplo de ello fue abordado en un trabajo presentado en las JEC III sobre el
pensamiento crítico previo a Marx durante los debates clásicos.
[3]
¿Como ordenar? El Journoal of Economic Literature (JEL) publica sus códigos de
campos agrupando diferentes ámbitos de competencia de nuestra ciencia,
actualmente representan 20 categorías generales de las cuales cada subcategoría
posee aproximadamente más de 20 temas específicos, es decir, cerca de 400
“especialidades”. Para la historia del pensamiento solamente tenemos:
B Escuelas de pensamiento económico y metodología
• B0 Generalidades o B00 Generalidades • B1 Historia del pensamiento económico hasta 1925 o B10 Generalidades o B11 Escuela preclásica o B12 Escuela clásica o B13 Escuela neoclásica hasta 1925 o B14 Socialismo ; Marxismo o B15 Escuela histórica ; Institucionalismo o B16 Historia del pensamiento económico : métodos cuantitativos y matemáticos o B19 Otros |
• B2 Historia del pensamiento económico desde
1925
o B20 Generalidades o B21 Microeconomía o B22 Macroeconomía o B23 Econometría ; Estudios cuantitativos o B24 Socialismo ; Marxismo o B25 Escuela histórica ; Institucionalismo ;
Evolucionismo
; Escuela austriaca o B29 Otros • B3 Historia del pensamiento : figuras individuales o B30 Generalidades o B31 Figuras individuales o B32 Necrológicas |
•B4 Metodología económica
o B40 Generalidades o B41 Metodología económica o B49 Otros • B5 Enfoques heterodoxos actuales o B50 Generalidades o B51 Socialismo ; Marxismo ; Modelo de Sraffa o B52 Institucionalismo ; Evolucionismo o B53 Escuela austriaca o B54 Economía feminista B59 Otros |
[4] Un
hecho notable para interpretar esta imposición directa lo revela el apartado
que analiza Frederic Lee sobre los libros de textos norteamericanos entre 1899
y 2002 de donde surge que hasta 1940 solamente el 19% de los 26 manuales
definía la economía en relación a la “asignación de recursos escasos”, ese porcentaje se elevó
al 81% antes de 1970 y en el 2002 ya 37 de los 43 manuales (86%) mantenían esta
definición. (Lee, 2009, p.
Tabla 1.1) .
[5] ¿Qué actitud respecto de la historia del
sistema debemos esperar de esta afirmación? ¿Cual es la paja y cual es el
trigo? “En otras palabras,
podemos acordar que el capitalismo no es un sistema edificante, es grosero
brutal y moralmente reprensible pero sí entrega los bienes y en el análisis
final son los bienes lo queremos!” [la traducción es mía] (Blaug, 1994, p.
14)
[6]
Aunque amplia su base a A. Schwartz, J. Stiglitz y E. Phelps.
[7]Resulta
poco probable probar al mismo tiempo la falta de evolución en la historia del
pensamiento económico, o del desarrollo de las ideas económicas y declarar la
vigencia del evolucionismo en economía. Sería poco fuctifero intentar acomodar
el concepto al desarrollo real de los acontecicmientos. El concepto de
evolución ha tenido siempre diversos abordajes, sin embargo, la primera
connotación es referida recurrentemente a Darwin y para ser sinceros, no es
preciso seguir forzando el concepto cuando nuestra descripción de los hechos no
tiene que reducirse a una palabra, ni a dos, sino a las que hagan falta. Si
como indica Sánchez Puerta (2000), la evolución requiere al
menos tres componentes esenciales: 1) variación entre las especies, 2)
principio hereditario y 3) la supervivencia tiene lugar porque las especies
tienen mayor cantidad de hijos o porque sus genes se preservan para aventajar
al resto de las especies ¿Deberíamos concluir que la ortodoxia subsiste más por
“tener más hijos”? ¿por ser teóricamente más consistente o ventajosa? Así
estaríamos exponiendo la consecuencia y por lo tanto, no estaríamos explicando
el proceso político por el cual un determinado corpus teórico subsiste y se vuelve dominante. Esta caracterización
elimina uno de los componentes políticos que tiene nuestra disciplina.
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