sábado, junio 16

La historia del pensamiento económico y su aporte al estudio de los escenarios actuales

¿Textos originales o libros de texto? Una parte relevante de la HPE ha estudiado los procesos poniendo eje en los autores y en sus libros de textos. Autores, textos y la necesidad reflexiva del docente ha sido objeto de estudio de la didáctica y pedagogía[1]. Generalmente se hace referencia al uso y abuso de autoridad de los libros originales, y sobre todo de los autores. Pero estas generales de la pedagogía rara vez podrían aplicar cuando el objeto de estudio es precisamente el “pensamiento” (o las “formas discursivas”) es allí donde autores y textos cobran centralidad. Propongo dos casos tomados del tratamiento de David Ricardo, donde entiendo que puede haber riesgos de simplificar las categorías por tomar interpretaciones de lo expresado efectivamente.
En primer lugar, Ekelund y Hébert analizan el escenario de producto total y el producto “marginal” en el cultivo extensivo e intensivo del esquema ricardiano estableciendo como patrón a la undiad conjunta “capital y trabajo”, en lugar de hacerlo sólo con trabajo. Asignan caracteristicas de cambios “marginales” a la producción y hablan de escenarios de “optimización” y afirman que ha persistido una interpretación de Ricardo en términos del valor trabajo cuando en realidad, en Ricardo, “hay poco o nada en favor de esta interpretación”, ellos prefieren denominarla una teoría del “costo real” donde el trabajo es el factor más importante. (Ekelund, 1992, p. 158/9). Por otro lado, John M. Ferguson ha ido un poco más allá afirmando que dicho autor afirmó que existen “tres factores de producción” de la riqueza correspondientes a las tres clases clásicas. Sin poner acento en la escacez o el trabajo, Ferguson indica que que el valor de cambio – en Ricardo - se debía a ambos y afirma que

“no hay teoría-trabajo o teoría- trabajo cuantitativa del valor, como muchos lectores de sus Principios han supuesto por error. Afrimó de manera expresa que los articulos tendrán valores relativos diferentes de sus costos de trabajo relativos, si en la producción de estos artículos el trabajo y el capital se emplearon en diferentes proporciones” [El subrayado es mío] (Ferguson, 1948, p. 104)

Independientemente del grado de conformidad con las interpretaciones de ambos historiadores del pensamiento, no resulta casual que ambos textos contengan un envase moderno con contenido pasado con expresiones como “factor de producción”, “optimo”, “marginal”, capital como algo distinto de trabajo pretérito, etc. y lleguen a similares conclusiones.

Pero acerquemos un poco más la cuestión, Hyman P. Minsky en su re-interpretación de la revolución keynesiana, destina los primeros dos capítulos a realizar una síntesis de las transformaciones de la “Teoría General…”  en manos de Hicks, Hansen, Samuelson, Patinkin, Modigliani y Friedman, entre otros. Pero semejante apreciación no corresponde solamente al ambiente académico ni solamente a Minsky, ya que todo el conjunto de los llamados postkeynesianos han pretendido reinterpretar a Keynes en sus términos originales ¡Keynes ha sido uno de los economistas más retocados de la HPE! ¿Qué otra asignatura debería asignar un espacio para leer la “Teoría general…”? Si como afirmaba J. M. Keynes,

“…las ideas de los economistas y los filósofos políticos…son más poderosas de lo que comúnmente se cree…Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás…Pero tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para el mal como para el bien.” (Keynes, 2001, p. 314)

¿Alcanzaría con la voz del economista más influyente del siglo pasado para acordar nuestras discusiones? ¿Habría cambiado algo si hubiéramos hecho referencia al capítulo veintitrés de su “Teoría General…” donde retoma lo que hay de “verdad científica de la doctrina mercantilista”? ¿Alcanzaría la voz del economista más relevante del siglo XVIII? recordando que fue Adam Smith quien en su libro cuarto estudió “los sistemas de economía política” anteriores, o con el autor más influyente del siglo XIX y sus tres tomos de “Teorías sobre la Plusvalía”, la HPE de Marx ¿Deberíamos señalar el apéndice de los “Principios de Economía” sobre el “desarrollo de la ciencia económica” de Alfred Marshall? No hace falta aquí volver a enunciar todas las obras de Joseph Schumpeter y Maurice Dobb que tratan sobre el tema. Pero esto no es cosa del pasado, en la “Introducción a la Economía Moderna”, Joan Robinson y John Eatwell han creído conveniente dedicar el libro primero a las doctrinas económicas, John Kenneth Galbraith ha preferido dedicarle un volumen completo de “Historia de la Economía” entre otras publicaciones, John Hicks y “Una Teoría de la Historia Económica” entre muchos artículos relacionados a la temática. Lionel Robbins ha publicado “Una Historia del Pensamiento Económico” y, entre otros ensayos, Walt W. Rostow con “Interrelación de Teoría e Historia Económica”. Si hay algún economista de nuestras latitudes condecorado por la academia internacional ese ha sido Raúl Prebisch, quien, pese a haberse destacado como un político-económico preocupado por el contexto, además de haber escrito una obra sobre la economía de John M. Keynes, nos ha dejado uno de los artículos más citados sobre el desarrollo de sus ideas titulado “cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo”, es decir, ha construido su propia historia del pensamiento[2]. En “El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo” (1979), Sunkel y Paz estudian el tópico “desarrollo” a la luz de las contribuciones más relevantes de la economía política de forma similar a Celso Furtado en “Desarrollo y Subdesarrollo” (1964), ubicando a la teoría latinoamericana en relación a los clásicos, Marx, Neoclásicos y Keynes entre otros. Claro que aunque señalemos los cientos de ejemplos que hay sobre el tema, la voz autorizada no será suficiente. Lo anterior pretende simplemente despertar el interés de quienes aún creen que la historia del pensamiento económico pertenece a los anticuarios del conocimiento ¿Cómo es posible seguir desconociendo su capacidad heurística a la luz de las evidencias?

Parece difícil que alguna idea pueda ser aprendida sin conocer su desarrollo, porque éste le da jerarquía, la pone en relación con otro monto de ideas, le propone espesor histórico en oposición al lógico-metodológico. ¿Qué decir de las interpretaciones estatistas de Keynes entonces? ¿Qué decir del reemplazo por la síntesis keynesiana en los manuales de macroeconomía? ¿Y de la interpretación y re-interpretación de Hicks? ¿Por qué el estudio de Keynes sin revisar el capítulo veinticuatro de su teoría general? ¿Explicaríamos mejor sus teorías si las pusiéramos en relación al conflictivo período entreguerras y a otras escuelas? ¿No lo hacemos con el monetarismo y su contra-revolución? ¿Por qué razón no se pone en debate al resto de las ideas? Esta propuesta no sólo pretende poner en evidencia la historia al interior del marco teórico sino en relación con otros marcos y con los acontecimientos sociales. ¿La historia económica estudiada en todos los planes de estudio pone en evidencia los debates teórico (que por supuesto es político) en los distintos contextos ya sean mundiales, regionales o nacionales?

Las proyecciones corren con el riesgo de deformar y con ello cambiar el significado y el sentido que ha tomado determinada teoría puesta en relación con su contexto. La función de la historia del pensamiento económico no es la de proyectar como si estuviéramos construyendo un puente, sino la de provocar a las capacidades interpretativas lo más ajustado posible al curso real de los acontecimientos pasados. Si quisiéramos proyectar podríamos hacerlo de muchas maneras, pero podemos estar seguros que la teoría se volverá otra cosa y que las potencialidades interpretativas de los estudiantes se verán reducidas a lo que se le ocurre mostrar al docente. Si quisiera conocer que ha dicho Keynes sobre la distribución del ingreso en al reproducción del sistema, los manuales de macroeconomía me responderían de cualquier forma, incluso me darían respuestas que Keynes no ha dado. Ahora, si a esos esquemas les pregunto por las funciones sociales de los propietarios, los empresarios y los asalariados ¿Qué nos devuelven? Nada. Es cierto que las interpretaciones son inevitables ¡claro que sí! Pero ¿en qué códigos? La retórica del economista fue puesta en relación a varias funciones del economista, entre la que se encuentra la de transmitir conocimiento, ya que las teorías “nunca mueren aun cuando sean suplantadas por otras…una teoría no necesita ser utilizada para continuar estando vigente” (Zalduendo, 1995, p. 393). Pese a la defensa de la producción de manuales que hace Zalduendo y que acordemos que las interpretaciones son necesarias, resulta que el “vino viejo en nuevos envases” sabe distinto, por lo tanto, las interpretaciones no son suficientes, mirando lo mismo vemos cosas diferentes, mirando cosas diferentes queremos explicar lo mismo, usando palabras iguales significamos cosas distintas, etc.

El cambio del sentido y el significado es provocado por la proyección hacia escenarios donde no fueron producidos ni transmitidos esos pensamientos, pero también por el cambio del canal por donde se están transmitiendo ahora. Usando nuestra metáfora, será distinto el sabor de nuestro vino añejo en una botella de vidrio, de plástico o de metal, todos sabores distintos porque el medio ha cambiado. Ocurren semejantes cosas cuando se pretende matematizar conceptos que no fueron diseñados para ello. ¿De que forma podríamos poner en fórmula las cualidades del valor de cambio? ¿Cómo expresar el contenido de las actividades y las necesidades en Marshall? ¿De qué manera produciríamos la formulación de las relaciones sociales en este autor? Aquellas en que “una catedral es más que las piedras que la forman” ¿Cómo cuantificaríamos la “la conveniencia social general” de Keynes? ¿Hemos saldado la discusión acerca del uso del lenguaje matemático para expresar nuevas ideas?[3] ¿No era que debíamos unir nuestros mensajes al resto de las ciencias sociales buscando la potencial integración de disciplinas para explicar nuestras perspectivas sobre el mundo? ¿De qué forma nos podríamos comunicar con los sociólogos, politólogos, filósofos, psicólogos, etc. sino a través de códigos comunes? Hay una cita que es preciso rescatar a estos efectos y que muestra por qué los economistas nos debemos aún cierta humildad que sólo nos puede dar el contacto con otros científicos sociales[4].

Al afirmar que los discursos difieren entre épocas y al evitar caer en al tentación de la proyección temporal o de la deformación de las categorías por un traslado hacia un lenguaje técnico, al menos podremos aceptar que las ideas se vinculan a estructuras, y en la medida en que ellas subsisten en mayor o menor medida (aunque no iguales) conservan cierto grado de vigencia. Por lo que la función pedagógica y didáctica asume de nuevo un papel preponderante, pero aquello es interpretativo del estudiante. Debemos reconocer que esa función es cubierta por el estudio espacial (regiones, países), si reconocemos el vínculo con los problemas económicos que nos rodean ¿Por qué son prácticamente inexistentes las asignaturas de la HPE nacional o regional? ¿El argumento de la cercanía de los problemas aplica de forma directa a la construcción de la HPE más cercana? ¿Quién estudia las ideas en América Latina? Infelizmente la HPE propone pocas veces el escenario del debate y el seguimiento del debate mismo. Resulta que no ha sucedido ni el estudio sistemático de los debates teóricos contemporáneos[5] ni el estudio de las ideas regionales. No hay nada que asegure que en las asignaturas específicas se puedan sostener estos debates de forma plural (el ejemplo de Samuelson no es la excepción sino la regla) ¿Qué estamos haciendo entonces? ¿Sería posible aceptar una crítica de la antigüedad de las ideas siempre que pretenda ser coherente con su argumento y que ofrezca una alternativa? ¿Es en ese terreno que debemos discutir el espacio dentro del currículo? Resulta que siquiera sucede una propuesta superadora con lo contemporáneo y regional. ¿Cuáles son los argumentos que subsisten al recorte de la HPE entonces?


[1] Tal es el caso de Sacristán (1992)  poniendo énfasis en el lugar político del docente y el espacio político del curriculum, realizando la crítica al taylorismo impuesto a los docentes por los manuales. Santos Guerra (1994) propone mediante la “metáfora del nadador” la provocación de incertidumbres como propuesta didáctica junto al rechazo de la ortodoxia de las prescripciones técnicas y, entre otros, Conrad (1979), quien ha analizado los modelos de planes de estudio basados en los “grandes autores”, los “grandes libros” y los “problemas sociales”.
[2] Puede consultarse su versión taquigráfica de la primera clase de “Dinámica Económica” en 1948 donde se hace hincapié en las dos crisis que venia sufriendo la Economía Política (según Prebisch provocada por Marx y luego por Walras y Pareto) entre otros textos de relevancia sobre la HPE.
[3] Desde las críticas de la escuela histórica alemana con Schmoller hacia fines del siglo XIX y los argumentos de Cournot en 1838 hasta hoy siguen ocurriendo estos debates ¿Porqué condenarlos al silencio? “Leontief tabuló los artículos publicados en la American Economic Review entre marzo de 1977 y diciembre de 1981 y determinó que el 54% de sus artículos eran modelos matemáticos sin ninguna observación empírica; 23% extraía inferencias estadísticas de datos recogidos con propósitos diferentes; 12% eran análisis sin formación matemática ni datos y remató señalando que encontró una investigación empírica sobre “la maximización de la utilidad de las palomas”. Desde 1982 Leontief no publica, por propia decisión, más artículos en las revistas académicas de economía.”  (Zalduendo, 1995, p. 395)
[4] Keynes, en la introducción a las Obras Escogidas de A. Marshall, decía que un economista “debe ser matemático, historiador, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vista al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus instituciones debe quedar por completo fuera de su consideración. Debe ser simultáneamente desinteresado y utilitario; tan fuera de la realidad y tan incorruptible como un artista, y sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político.” [Introducción por John M. Keynes] (Marshall, 1949, p. XXII)
[5] En un trabajo práctico desarrollado dentro del marco del curso de Historia del pensamiento económico (UBA) durante el 2011 titulado “Trabajo práctico. Crisis y Pensamiento Económico” se proponía a analizar y sintetizar comparativamente  la crisis presente (2008), en sus rasgos (causa-efecto y desarrollo)  esenciales  tomando para ello dos escuelas o dos autores de la misma escuela. Los autores más nombrados resultaron ser Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Alan Greenspan, Olivier Blanchard, Frederic S. Mishkin, John B. Taylor y Nouriel Roubini, prácticamente inexistentes han sido las elecciones de autores Marxistas (a excepción de Shaikh en algún caso), Postkeynesianos, Sraffianos, Feministas, Institucionalistas, etc. Sin embargo, ha habido elecciones de economistas difuntos (Milton Friedman, Paul Samuelson) o de los clásicos de otras disciplinas (R. Solow, A. Sen). Resultaba evidente casi a modo de encuesta por un lado, el predominio de economistas neokeyneasianos o monetaristas, en segundo lugar la falta de reconocimiento general de los debates y por último la elección poco frecuente de algunos economistas menos reconocidos y autores regionales. ¿Es este el sentido y la interpretación de los hechos que estamos construyendo? Realmente no puede ser este ejercicio una prueba contundente de ello, el caso ha sucedido solamente en dos cuatrimestres, sin embargo, es al menos un punto de partida para seguir sospechando ¿Estamos ayudando a evadir las formas de pensar la realidad? ¿Acaso es la historia del pensamiento económico una traba al acceso de esos conocimientos? De ninguna manera los estudiantes son los culpables, han mostrado desarrollar mucho interés por los temas incluso en algunos casos ofreciéndose a continuar con este tipo de trabajos, han presentado con gran maestría sus casos frente a otros estudiantes y han producido textos borradores y finales con excelente desempeño, sin embargo hemos podido notar que la producción escrita es en general poco incentivada en los años anteriores.

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