Junto con las dos notas anteriores, esta pretende discutir uno de los argumentos más relevantes contra la historia del pensamiento económico como reproductor de antiguedades, que dejan sin más efecto que la quita del escaso tiempo de cursada durante los estudios de grado.
Schumpeter (1982) reconoce que cualquier ciencia estudia su
historia y se pregunta ¿Por qué la economía no habría de hacerlo? ¿Porqué no
dejar la tarea del cuidado de los materiales antiguos a pocos espcialistas?
Reconoce que es precisamente en nuestra ciencia donde hay mayores ventajas del
estudio de su historia. La primera es una ventaja pedagógica, cualquier que estudie economía, sin conocer su historia
pierde “orientación y sentido”. La ciencia “progresa”, si es que lo hace en “zigzag”
sobre nuevas ideas que responden a nuevas necesidades pero las nuevas
ideas se reconocen novedosas en función de sus condiciones históricas, es decir,
delimitadas por el estado de conocimiento previo. Aun así - dice Schumpeter -
es posible reconocer la ventaja del descubrimiento de viejas ideas aunque
ocultas por un tiempo y que el ejercicio de la reflexión sobre la propia
disciplina puede provocar nuevas interpretaciones.
El argumento que
discute y aparenta ser poderoso, es que los historiadores son reproductores de
antigüedades, formas de pensamiento no vigentes y por lo tanto sin ninguna
función que sirva al economista. Este tipo de concepciones posee algunos
presupuestos que es preciso revisar. Por un lado, sin hacerlo expreso, se está
asignando una función social al economista, éste no debe conocer la historia de
su ciencia ¿Qué sentido tiene si sus funciones modernas le exigen realizar
precisos cálculos sobre categorías ya consagradas? En segundo lugar, no importa
pensar el futuro de la ciencia a la luz de su pasado y presente. Importa el
presente. La realidad profesional arrincona cualquier desvío del presente
aunque más no sea para superarlo ¿es que el debate sobre el trabajo productivo
e improductivo ha perdido vigencia en el capitalismo moderno, cognitivo,
financiero o postindustrial?
Es
preciso indicar que, pese a la reducción del peso de la materia en los cursos
universitarios,
paradógicamente, parece suceder una tendencia al incremento del peso relativo y
su peso absoluto (bajo aunque creciente) de la HPE en los principales journals
de economía (Fogarty, 1998). Aunque el escaso,
justo o escesivo tratamiento suele ser tema de controversia de acuerdo a la
forma de recortar la muestra (por journal, por tema principal, por tema
secundario, por rango de fechas, etc.), no parece ser un argumento convincente
quitarle peso la asignatura del currículo de grado debido al hecho que no sea
un tema tratado en la actividad académica de revistas, sino muy por el
contrario - si estos datos son ciertos y el criterio es válido – habría que
prestarle más atencion durante el grado. Pero no nos quedamos con semejante
argumento porque las actitudes miméticas en economía no han mostrado buenos
resultados hasta ahora.
Eric Roll en la
introducción a su “Historia de las doctrinas económicas” parece responder a las
anteriores acusaciones,
“…las exigencias del
estudio de la economía moderna presentan dos graves peligros. En primer lugar,
las intrincadas sutilezas de la teoría moderna pueden hacer que el alumno
olvide la naturaleza esencialmente práctica de su disciplina…El estudiante
contemporáneo de economía puede, también, perder de vista la aportación que su
materia ha ofrecido, y sigue ofreciendo, a la corriente general del pensamiento
humano.” (Roll, 1994, p. 14)
A ello debemos sumar la crítica de las categorías
y métodos de estudio son mucho más efectivos teniendo perspectivas de lo que ha
sucedido.
“Cuando Schumpeter
defendió la historia del pensamiento económico que estaba pensando en la
historia del análisis económico, mientras que casi todos los argumentos
posteriores para la enseñanza de la historia del pensamiento económico, como
los de Stigler y Boulding que acabamos de discutir, han sido sobre la historia
de las doctrinas económicas: la relación de la teoría económica a la política
económica, la influencia de los prejuicios sociales, filosóficas y políticas
sobre las ideas de desarrollo económico, los puntos de vista metodológicos de
los grandes economistas, la sociología de la profesión económica, la difusión
internacional de ideas económicas, y similares a nivel de todo que van
preguntas sobre la historia de las ideas que se aplican a la economía. Desde
esta perspectiva más amplia, en el caso de la enseñanza y el estudio de la
historia del pensamiento económico es fácil de hacer. De hecho, es la única
manera de dar a los estudiantes un sentido del lugar de la economía en
la comunidad más grande de la ciencia social, y elevar las famosas preguntas de
las ventajas y desventajas de una división del trabajo intelectual.” (Blaug,
2001, p. 150)
Blaug está reconociendo
simplemente que el conocimiento tiene varias dimensiones, la política,
metodológica, histórica, etc. pero se inclina por la reconstrucción racional de
la historia la analítica en lugar de la histórica. La forma en que hacemos
historia del pensamiento, de las ideas, teorías, de las doctrinas o del
análisis económico cambia las perspectivas entre las construcciones del pasado.
Si eligiéramos la opción de Blaug, no sólo continuamos con el problema de la
interpretación histórica (disminuido) sino que adquiriríamos otros que creemos
de mayor envergadura, los del lenguaje y la construcción de sentido. La trampa
interpretativa contra estos argumentos nos acusaría de la imposibilidad de
pensar el pasado cerca de lo que realmente fue debido a que nuestras experiencias
modernas nos impregnan de presente, entonces –se dice – será mejor sincerarse a
leer el pasado directamente desde el presente. El enfoque se acerca a la
dicotomía entre el relativismo o el absolutismo ¿Es preciso ponernos en
relación ante semejantes dicotomías? ¿Porqué no buscar la ruptura del discurso
en lugar de la regularidad? O de otro modo completamente distinto ¿Por qué nos
perderíamos de una biografía intelectual como una parte – aunque pequeña tal
vez – de comprender el pensamiento económico? ¿De qué forma podríamos poner en
evidencia los debates sino es interpretando el contexto?
Debe notarse que
Blaug utiliza una forma particular del análisis
económico de Schumpeter. Sin embargo es preciso reconocer la discusión sobre la
“visión” y las “cajas de herramientas” de Schumpeter y expresar acorde a Dobb
que
“…parece ser que la
distinción que Schumpeter trataba de hacer entre la economía como análisis puro
y la economía como visión del proceso económico, dentro del cual entran el
sesgo y la coloración ideológica, no puede ser sustentada, a menos que el
primero quede restringido al marco formal, simplemente, de afirmaciones
económicas, y no a la teoría económica como proposición sustancial respecto de
las relaciones reales de la sociedad económica…” (Dobb, 1998,
p. 49)
Por lo que afirmaba
que la economía es una ciencia deductiva y por lo tanto, lo central de aquella
son sus conceptos. Pero estos no pueden ser estudiados separados de los
problemas que pretenden resolver, es por ello que – para este autor - el
estudio de las escuelas de pensamiento económico constituye uno de los primeros
pasos para la compresión de la economía.
Llevando un caso de
categorías al uso de la HPE tenemos que por no distinguir entre excedente y
riqueza se le acusa al historiador o estudiante de pensamiento un tipo de
trabajo social estéril mientras que aquel que comporta su estudio hacia una
tecnicatura, en la medida que esté puesto en relación a la producción de
excedente tiene un derecho de adquirir el subsidio social de la universidad
pública. La función práctica a la que refiere Roll es la de la transformación
social, muy distinta a la función técnica que aunque sea necesaria según el
caso no es competencia de la ciencia sino de otro tipo de formación que ni
siquiera estamos discutiendo ahora.
Recientemente The
Institute for New Economics Thinking (Johnson, 2012) se preguntaba a
quién debían servir los economistas ¿intereses de los poderosos o a la
sociedad? Resulta paradójico que la institución que gravita sobre la figura de
George Soros sea co-comandante de las críticas a la formación del pensamiento
actual y que sea una pregunta tan burda que casi no merezca respuesta. Sin embargo,
la sensación del deber responderla – no sólo personal – sino de muchos colegas,
deja en evidencia el desastre institucional en que se encuentra el estado
actual de nuestra ciencia. La pregunta que separa al
profesional del científico es interesante para la historia del pensamiento
económico por varias razones. Se supone
que aquel que profesa una disciplina es precisamente aquel que no la cuestiona,
aquel que toma sus postulados básicos y los aplica a una forma de trabajo
predeterminada, el dogmático. El perfil científico es precisamente el
contrario, el que realiza una crítica de las formas en que se le entregan las
cosas. No acepta las predeterminaciones, sino hasta haberles pasado el filtro del dogma comentado
anteriormente. Los caminos a seguir parecen ser: HPE para el científico pero no
para el profesional. De otro modo, se ha clasificado a los economistas de tres
tipos: los creadores, los transmisores y los aplicadores, entre los primeros
están aquellos que hacen ciencia, mientras que los últimos aparecen los que
trabajan en la industria y el gobierno. Ciencia por un lado y bienes y
servicios por otro, reconociéndose que en última instancia la ciencia debe ser
útil (Spengler, 1968, p. 14). El argumento es
potente, ya que si los bienes y servicios son útiles por su naturaleza, la
ciencia puede no serlo, entonces ¿Qué harán los economistas? Si el perfil
profesional se debe guiar por el “mainstream” internacional, hemos de comprobar
que esta actividad no ha caído en interés de las instituciones que dominan el
saber, por otro lado, entre las cuatro
actividades más demandantes de economistas, se encuentra la enseñanza,
superando ampliamente los sectores de la actividad económica más tradicionales
como construcción, industria manufacturera, agricultura, ganadería, caza y
silvicultura, electricidad, gas y agua, comercio y transporte, entre otros (Rozenwurcel, 2007, p. 50), por lo que los
argumentos corrientes que pretenden quitarle peso a la materia no son siquiera
coherentes en sus propios términos.
Debemos reconocer el
hecho que no estamos formando una nueva estructura institucional, sino que
estamos pensando en los cambios que debe sufrir la estructura existente. El
perfil del economista (no digo el perfil teórico que será discutido en la
última parte del trabajo, sino del perfil real) es un perfil profesional, en
general. Cuando a un economista le preguntan ¿Qué es
la economía? Y no dispone de los medios sugeridos por las historias del
pensamiento económico, seguramente no podrá responder más que dogmáticamente
que la economía es la ciencia que estudia la administración de recursos escasos
entre usos alternativos, etc.- ¿Se encuentra en el
perfil del egresado la necesidad de comprender qué es su ciencia? ¿Es posible
responder a esa pregunta sin conocer los caminos que han seguido sus
conocimientos? ¿Sin conocer el estado actual de los debates sobre los problemas
económicos y sociales? ¿Desconociendo por completo al resto de las
ciencias sociales? Eliminarle la posibilidad de conocer a nuestros estudiantes
de economía, independientemente que la función social que asuman tiene una
justificación posible: creer que la ciencia ha llegado a un consenso
generalizado y por lo tanto algún manual moderno nos ha ahorrado el paso de
definir la Economía o, en su versión más refinada, a creer que las formas de
aproximarse a la realidad son únicas, es decir, que los objetos de estudio y
los métodos son cuestiones secundarias, - se dice - como la realidad es una
sola, basta con observarla. Llamativamente es una característica que comparte
la ortodoxia evolucionista con
ciertas formas de marxismo con la enorme diferencia que los primeros han ganado
el discurso económico.
La economía
desprovista de su historia, como ciencia y como procesos, sólo va a reconocer
la selección natural de aciertos como una construcción única. La selección natural entre teorías alternativas.
Dejar la HPE a la historia de la ciencia fuera de las facultades de ciencias
económicas contribuye a consolidar esta visión. El capitalismo muestra
constantemente lo contrario pero no sólo para la “economía del nuevo milenio”,
la “economía moderna” o como se le quiera rotular a eso que ordinariamente
llamamos ortodoxia. ¿Es éste el proceso mediante el cual una serie de teorías
se vuelve dominante? ¿Es competencia de la HPE comprender cómo y porqué las
teorías se vuelven dominantes? ¿Qué y para qué realidad recortamos?? ¿Quién se
ocupa de las ideas que no han ganado? No parece necesario realizar esfuerzos en
anunciar que las ideas que han ganado hoy, nos hacen perder oportunidades
históricas como lo han hecho en gran parte de la historia de las crisis del
capitalismo. Si existen crisis del pensamiento es porque hay períodos de
regularidad. Si la historia del pensamiento económico se vuelve dogmática
¿quién estudia sus crisis?
Termine
siendo la de mano de obra barata de las consultoras económicas, la de un
egresado con perfil científico tecnológico que se incorpora a las carreas
existentes, la de un profesional independiente, etc. ¿Qué hacen hoy los
economistas?