No existe tal cosa como la sociedad, sólo hombres y mujeres
como individuos…y familias.
Margaret Thatcher
Caracterizar a la Economía
que domina resulta una tarea intelectual peligrosa. Si bien la postura de este
texto apunta precisamente en sentido contrario, al señalar que no es posible
comprender el estado del conocimiento económico mediante definiciones, es por
ello que alentamos al lector que no ha hecho ese camino a recorrerlo. Si
embargo se hace necesario formular ciertas variables y parámetros cuando
hablamos del dominio de una ciencia. Recortemos un poco el espectro y hablemos
de la Economía que domina en los cursos iniciales (es mi opinión, además, que
en los cursos se presenta de forma mucho más ingenua de lo que realmente es,
sin embargo, los fundamentos esenciales del marco teórico se siguen
sosteniendo en el ámbito profesional).
Lavoie (2004)
señala como características esenciales del programa neoclásico a: una
epistemología instrumentalista, una ontología individualista, una racionalidad
sustantiva, un foco de análisis en el cambio y la escasez y un núcleo político
en el mercado libre. Las características centrales están asentadas en el
individualismo metodológico, un comportamiento hedonista soportado por la
racionalidad del homo economicus
necesarios para los cálculos de optimización (maximización de utilidad,
ganancias, minimización de costos, etc.), un núcleo económico basado en el
cambio y el consumo, debido a que, en última instancia, el fundamento del
capitalismo es la satisfacción de las necesidades del hombre y cuyo núcleo
político se encuentra en el mercado de forma casi exclusiva. Es decir, el
hombre racional, al que estudiamos a partir de sus determinaciones como
individuo, cuyo comportamiento acordamos comprender y cuya dirección sistémica
(sociedad civil y política) recortamos estudiar, cortando sobre lo recortado:
al mercado. Eludimos pensar de este modo, que el sujeto se encuentra en
sociedad y con ello toda la discusión metodológica sobre el todo y la parte. Olvidamos que las relaciones básicas fundantes
de nuestra sociedad capitalista se basan en el trabajo asalariado, la moneda y
el Estado, todas ellas relaciones sociales esenciales incluso para comprender
los modos de intercambio.
Colander afirmaba que no es el
contenido aquello que separa las aguas entre el neoclasicismo y el mainstream actual, sino su método (Colander, 2000, pág. 137). Ello no muestra
sino aspectos marginales de la cuestión de fondo, la epistemología y ontología
de tradición neoclásica no está puesta en riesgo porque los modelos económicos
modernos estén orientados a explicaciones parciales ad hoc en lugar de buscar determinar las condiciones del equilibrio
general. De hecho no hay un cambio profundo en el método. El uso de modelos
matemáticos desde el individualismo metodológico para la explicación de la
realidad histórica es parte del centro de la cuestión, la comprensión del
contenido (valor de uso, valor de cambio, excedente, etc.) es otro aspecto
central. Por otro lado, si bien su planteo anuncia la muerte del término
neoclásico para la definición de la Economía moderna, sin embargo resulta
interesante comprobar cómo los autores que se separan en sus modelos ad hoc de la Economía neoclásica,
producen manuales que reproducen esas formas en la academia.
Pretendo
representar un ejemplo del cómo, aunque también ensayar un porqué, cierta nostalgia
respecto al programa clásico –o, como
llama Lavoie, post-clásico- de
investigación, puede tener una explicación racional aún. Traigamos a discusión
el famoso flujo circular de la renta que existe en casi todos los manuales
iniciales de Economía, desde Mankiw, Samuelson, Frank y Bernanke, Stiglitz,
hasta Krugman (además de las versiones locales). Dicho esquema pretende
representar las transacciones económicas en formas de flujos monetarios
(dinero) que expresa pago bienes y servicios (el trabajo, los servicios del
capital, el arriendo de la tierra o simples mercancías, es decir, su
compensación real). Dicho esquema nos simplifica (sintetiza, abstrae, etc.) de
dos dimensiones básicas de la Economía Política: el excedente y las clases.
Los fisiócratas
habían diseñado un flujo llamado Tableau
économique para situar el excedente como objeto de estudio de reparto entre
distintos grupos sociales. La Nación se componía de tres clases, la productiva que hacía renacer las
riquezas de dicha nación, la clase propietaria
comprendida por el soberano y los poseedores de tierras, y la clase estéril que comprendía todos los
trabajos distintos a la agricultura, cuyos gastos son pagados por la clase
productiva y por la clase de propietarios, quienes a su vez, extraían sus ingresos
de la clase productiva. Se habían preocupado por la creación y distribución de ese
excedente, lo que llamaron producto neto (produit
net).
En la actualidad,
Mankiw explica el diagrama o modelo de
flujo circular cuya
abstracción –aclara- sólo permite incluir a dos tipos de tomadores
de decisiones -empresas y hogares. “Las empresas producen bienes y servicios que utilizan insumos, tales
como mano de obra, tierra y capital (edificios
y maquinaria). Estas
entradas son llamadas
factores de producción. Los hogares
poseen los factores de producción y
consumo de todos los bienes y servicios que las empresas producen.” [La
traducción es mía] (Mankiw, 2011, Pág. 24).
La deformación del instrumento
analítico del flujo circular de la renta en los manuales modernos refleja la
forma en que ello aparece y es transmitido como una verdad del sentido común.
Existen tres organismos: empresas, familias y Estado (a veces excluido del
análisis). Las familias de forma genérica, sin especificar su composición de
clase eligen vender a las empresas, alguno de sus tres factores potenciales
creadores de valor. Ellas eligen qué comprar y a qué precios cuando producen,
para que las familias deban elegir la combinación de bienes que los hará más
felices. Sin clases, no hay conflicto. En rigor, el conflicto se traduce en qué
elegir.
El caso muestra
algo que ha sido un hecho estilizado en la Economía Política: explicar la
función de clase de forma funcional. Se han asociado las clases productivas a
las formas de reparto de la riqueza social. Para el caso de los fisiócratas era
bastante natural identificar a mediados del siglo XVIII, previa revolución
política e industrial, a los propietarios y trabajadores de los medios de
producción dominantes (agricultura) con las clases productivas. De forma similar podíamos comprender porqué la Economía se empeña en desfigurar el carácter
productor del trabajo asalariado respecto a los propietarios de medios de
producción poniéndolos a todos en el mismo plano. Al ser los hogares la unidad
de análisis principal, la dimensión de clase desaparece, un hogar puede ser (en
el esquema enseñado) propietario de tierras, capitales o trabajo
indistintamente. Es más, el capital -se dice- es representado por edificios y
maquinaria. Cualquiera que posea un edificio o una maquinaria o instrumento
similar será entonces un poseedor de capital. Su ingreso se mide en forma
hogareña o personal[1]
de cada uno de sus integrantes y su consumo aparece medido de forma agregada.
Lo que acusa este
ejercicio es la eliminación de las relaciones de clase en el seno del objeto de
la Economía, no obstante, existen varios aspectos similares en relación a
otras categorías fundamentales.
¿Resulta paradójico que el flujo sea una idea
transformada de los fisiócratas? Margaret Thatcher nos orienta en al
respuesta.
[1] Una de las
medidas de desigualdad publicadas por las cuentas nacionales parte de estas
categorías fundamentalmente (tabla de Ingresos según la
EPH del INDEC). Es notable que tampoco las cuentas nacionales
nos permitan estudiar la concentración de consumo por parte de dichos agentes.
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