Este post refiere al último de sus escritos Cómo
cambiar el mundo, que pretende reflexionar sobre el impacto de Marx y
Engels en el pensamiento contemporáneo.
Comencé a leerlo con entusiasmo y finalicé con
amargura. El libro no me ha provocado mayor conflicto que el de la seriedad con
que me tomo lo escrito por Hobsbawm, pero no porque no crea que es un valioso
estandarte de la historiografía universal (si tal cosa es posible en un sujeto),
sino porque resultó ser un libro (en su segunda parte) de opinión más que de
historia, donde priman las ausencias de referencias, cuando no informaciones más
que cuestionables sobre el estado de las ideologías en otras partes del mundo
que no fueran europeas.
Las virtudes del escrito se evidencian cuando el
autor pretende hacer una historia de los textos de Marx y Engels (sobre todo
del Manifiesto) y creo muy valioso su
aporte al estudio y el significado del socialismo antes de Marx -defecto, si se
quiere, de aquellos no revolucionarios- aunque llama la atención su referencia a
Marx como el “último y más abrumadoramente grande de los socialistas
ricardianos”, problema que creo interpretativo de varios marxistas pero sobre
todo, de la economía desde Eugen von Böhm-Bawerk hasta la actualidad.
Llama extremadamente la atención su pretensión de
universalidad habiendo subestimado de manera tan burda el pensamiento y la política
latinoamericana, al menos. Es notable que cuando exprese las ideas marxistas en
América Latina señale sólo a dos intelectuales no latinoamericanos como Andre
Gunder Frank e Immanuel Wallerstein,
habiendo un listado enrome e otros, incluso más relevantes, para ocupar esos
nombramientos. O cuando al pensar el peronismo señalara que su “ideología consiste
básicamente en la lealtad a un general demagogo (…) dispuestos a fomentar los
movimientos obreros como parte de su lucha contra las viejas elites de
terratenientes…”. Sorprende más aún porque, si el libro hace justicia a algo,
es en su crítica hacia el comunismo demagogo estalinista, que sorpresivamente
sigue vigente para afortunadamente pocos marxistas en Argentina hoy en día. La
misma demagogia es utilizada por Hobsbawm para pensar eurocéntricamente a
América Latina, el autor evidentemente no le ha preocupado la región, pero
estemos advertidos al menos (no recuerdo una sola referencia bibliográfica latinoamericana).
Tal vez esta valoración sea un poco exagerada
¿Quién seré yo para criticar a esta figura de la cultura universal que sin
lugar a dudas ha hecho historia? Simplemente un latinoamericano más que le
cansa que lo piensen y le digan cómo nos ha sido el mundo y de qué forma somos
tan irrelevantes para el curso de nuestra historia. No lamento que fuera así,
el centro-centrismo no es exclusivo de los norteamericanos (disculpen
canadienses), también es llamativo siendo que -como señalara muy bien el autor-
incluso a una figura como Marx se le había pasado pensar en Rusia como un
potencial revolucionario.
Finalmente el libro termina sin estudiar el impacto
del pensamiento marxista para reflexionar sobre la crisis actual, de hecho,
siquiera la caracteriza.
Sin lugar a dudas la idea del libro (a pesar de mis comentarios negativos) sigue siendo un intento que justifica mayores esfuerzos. Creo que la dirección ha sido la correcta, el contenido infelizmente no, al menos para la segunda parte del libro. Tal vez pueda contentarme en que el historiador más conocido ha querido poner de nuevo (luego de los 70s) en debate al marxismo a la luz de los acontecimientos recientes.
Recientemente un ex-amigo de
Bernardo Neustard reflexionaba de forma subdesarrollada:
“Lo de que Carlos Marx cada vez escribe mejor
alude al esfuerzo de algunos, de reescribir lo que éste dijo a mediados del
siglo XIX, para aplicarlo a la situación actual. Al respecto mi recomendación
es la siguiente: bastantes problemas tenemos con los problemas. ¿A qué gastar
energías, que podrían tener usos alternativos, para imaginar lo que Marx diría
hoy, si viviera?”
Y sentenciaba de una manera burda, luego de haberse señalado a una historia del pensamiento económico de autores:
“Yo parto de la realidad, no de los autores”
Pues bien, estimados, hemos de comprender que si
este economista puede partir de los hechos sin tener presente las influencias
de su contorno, entonces es la prueba viva del materialismo histórico más
evolucionista que se haya comprobado. Amigo economista, la estructura lo ha absorbido
de forma tal que no fue necesario que usted fuera argentino, amigo del jet set noventista,
que escribiera los newsletters instruyendo a Escasany y cía sobre las vicisitudes
de la coyuntura, ni que leyera a ningún otro economista. La realidad y los
hechos le han dicho a usted hacia dónde vamos. ¡Tomen nota los pocos
estalinistas que quedan por allí., es prueba!
Hemos de advertir al lector de ambos (...los hay?), Hobsbawm no tiene
esas pretensiones, sino las de poner a un autor en lectura que evidentemente es
quien más molesta a los liberales, porque es aquel cuyos razonamientos no
pueden (aunque hubo intentos) de una forma racional, unírseles ni concederles
terreno alguno.