Las perspectivas de volver el sistema realizable
al consumo popular están dadas vueltas, incluso, en aquellos países - como muchos
de América Latina - donde la distribución del ingreso haya mejorado levemente y
recuperado el salario. Es preciso plantearse en primer lugar, sobre la base
de "que" están montadas esas configuraciones salariales.
En segundo lugar conviene preguntarse sobre qué
relaciones internacionales el país estará inmerso. Esto es un dato (y no una
variable) para el país siempre que sea “chico” o “subdesarrollado” a menos que,
como no parece ocurrir en el largo plazo, estos países conformen un bloque
aunque más no sea el de tratar pocos temas centrales de manera homogénea
(mercado de cambios, regulaciones a los movimientos de capital, relaciones con
organismos internaciones, deudas públicas, etc.).
En tercer lugar y atravesando los dos anteriores
conviene preguntarse la naturaleza de las relaciones que refleja el Estado (y
lo público en aquellos países donde cobre relevancia), las características de
su democracia, los intereses de las facciones dominantes y los conflictos de
clase (claro que en este terreno las discusiones y diferencias pueden ser muy
mayores que en el resto) que arrojan las trayectorias de concentración y
centralización del capital.
El sub-sistema político actual tiene, por lo
menos, extremas dificultades para reflejar las necesidades de las mayorías,
incluso allí donde sea un anhelo. Y más claro está que el sub-sistema económico
lleva la delantera destruyendo y construyendo formaciones políticas de la noche
a la mañana, "mandando" y, sólo en apariencia
"anárquica", dirigiendo la vida de los que trabajan.
Con esto solo quiero ponerme a pensar lo mucho
que falta en una economía como la Argentina (y otras de América Latina) que
depende aún del resultado del balance de pagos. Sintéticamente (aunque habrá
quienes pueden imaginar un relato mas adornado) de la cuenta corriente, soja,
remisión de utilidades. Donde un poco de déficit fiscal se resiste pero una reprimarización
de la producción problemática[1],
no. Para aquellos que creen ser el ombligo del desarrollo, esto no es una queja
al gobierno actual, no se trata del gobierno actual, ni del anterior, no se
trata de dos gobiernos, ni tres, sino de las estructuras que permanecen entre
esos gobiernos. Por caso, la última dictadura militar en Argentina (Chile,
etc.) reventó con muchas estructuras influenciadas por el movimiento
obrero, con consecuencias que ni por asomo hoy estamos en condiciones de
revertir. La deuda pública que tan bien sirvió al capital dominante en América
Latina desde mediados de los 70 recién después de haberla pagado al menos por
triplicado y con un “viento de cola” de precios internaciones de comodities que,
en lenguaje del comerciante, “haciéndole precio a los países centrales”
permitió que con propio esfuerzo se descuente parte del capital e interés y que
cambien parcialmente los acreedores de las mismas muestran otra estructura
conformada por el capital muy “en serio”, que, al día de hoy parece un problema
dilatado pero que es preciso observar a la luz de las experiencias de deuda
pública como las de Irlanda, Grecia, Italia, etc.
Quiero decir con esto que el capitalismo “en
serio” corre con la ventaja de crear estructuras de acumulación de poder
(adquisitivo y político) que el capitalismo “no serio”, es decir, aquel que
tiene lindos grados de voluntarismo, es incapaz de revertir en toda su
magnitud.
Muchas veces hemos debatido acerca de la
necesidad de plantearse condiciones posibles sobre las deseables, por caso es
preciso observar quienes se han desecho de gran parte de su deuda externa. En
el caso de Ecuador, lo sorprendente es que (ellos sí pero nosotros no) se han
alimentado de una experiencia judicial sucedida en Argentina como fue la causa
iniciada en 1982 por Alejandro
Olmos con
fallo en el año 2000, asesorados por su Hijo Alejandro
Olmos Gaona y por Miguel
Espeche Gil quien fuera embajador y nominado para el premio nobel de la paz
(2008).
De esto se trata mi 2012, de buscar lo posible en
la historia y no en el deseo reprimido de la imaginación (para esto último hay que
discutir los sueños con los intérpretes de Freud).
[1] Conflictiva políticamente pero no económicamente.
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