La nueva estructura institucional construida en la postguerra determinaba la nueva inserción internacional de las economías nacionales mediante las presiones ejercidas por EEUU para lograr estabilidad de tipos de cambio, aperturas al comercio multilateral y una orientación liberal de la economía por parte de Europa pero principalmente de Gran Bretaña mediante las negociaciones del préstamo británico y posteriormente el plan Marshall.
De acuerdo al orden monetario del período, los tipos de cambio fijos ejercían una presión sobre los costos en las economías nacionales, sin embargo los incrementos de salarios nominales fueron seguidos de incrementos de salarios reales asociados a los incrementos de la productividad mediante mecanismos institucionales propios del mercado de trabajo. El Estado participó activamente de la regulación de los sistemas de seguridad social , entre la atención al desempleo, salarios mínimos, acuerdos colectivos de trabajo, indexación de pensiones, etc. Las experiencias devastadoras de las guerras y las perspectivas frente al comunismo, habían ayudado a los defensores de la participación activa en la seguridad social a su justificación frente a quienes debían aprobar esos presupuestos generando una expansión del sector público financiada en parte con deudas .
El plan Marshall se hizo público entre los años que se conformaban las 3 instituciones originarias de Bretton Woods y fue un aspecto importante del incremento de la demanda agregada necesario para la reconstrucción europea al tiempo que posicionaba los objetivos norteamericanos económicos y políticos de la posguerra , sin embargo no todas las medidas habrían de resultar positivas para EEUU. Hacia 1960 el déficit norteamericano ya era un problema crónico debido a variadas causas entre las que se encuentra la salida de dólares por gastos militares, las inversiones de largo plazo norteamericanas en Europa y en menor medida el deterioro del balance comercial. Las nuevas instituciones habían entrado en conflictos con el orden económico mundial dirigido por EEUU cuando Europa y Japón comienzan su período de crecimiento luego de la reconstrucción. El déficit norteamericano había permitido su hegemonía llevando a Europa su capital y ayuda militar. Sin ello su déficit habría mejorado a cambio de un deterioro en su posición dominante en la configuración de fuerzas internacionales de posguerra (Block 1980, 243). Como era de esperar ante esta situación, la organización mundial de comercio no había nacido y ya tenía sentenciado su fracaso hacia 1950, defectuosamente reemplazada por el GATT - institución que no estaría exenta de los embates de EEUU a medida que su problema de balance comercial se acentuaba -.
Las fortalezas del régimen de acumulación comenzaron a debilitarse a partir de 1960 cuando EEUU comienza a tener un déficit crónico de su balance de pagos. El “exceso de capacidad y producción” en el mercado mundial evidenciado durante la segunda mitad de 1960, provocado por los incrementos en la acumulación de Europa Occidental y Japón, produjo presiones sobre los precios enfrentando a los productores estadounidenses con unos costos relativamente más altos con la consecuente caída relativa de sus tasas de ganancia – frente a Alemania y Japón, aunque por un período breve-.
“Como expresión de la plétora de capacidad y producción, los precios industriales mundiales no habían podido crecer al mismo ritmo que los salarios y los costes en instalaciones y equipo, lo que tuvo como consecuencia una caída de la tasa de beneficio en ese sector, siendo ese descenso en todas las economías capitalistas avanzadas el principal responsable del cambio de tendencia, de la larga expansión al largo declive entre 1965 y 1973” [El subrayado es mío] (Brenner 2003, 46)
Varios aspectos institucionales del sistema mostraban su debilidad: Si la productividad dejaba de crecer al ritmo de los salarios, estos presionarían a la caída de la tasa de ganancia mediante los mecanismos institucionales que permitían la indexación (a precios y productividad) de los salarios nominales, y la tasa de ganancia era uno de los determinantes de los altos niveles de inversión. Al mismo tiempo el incremento de las materias primas produciría similares efectos sobre el salario y las formaciones de precios vía mark-up lo harían sobre la inflación, reduciendo así las ganancias. Estos condicionantes fueron apareciendo a lo largo del período de erosión de la edad de oro (A. Glyn 1990, 72).
En general hacia fines de la década de 1960 las tasas de crecimiento de la productividad muestran una leve caída y la tendencia se refuerza a comienzos de la década siguiente . Esta tendencia junto a la caída en la relación producto-capital con una creciente relación capital-trabajo sugieren, ante salarios reales crecientes respecto de la productividad del trabajo, la caída de la tasa de ganancia. Al mismo tiempo la caída de los beneficios en el producto, es el resultado del incremento en la relación capital-trabajo con empleo creciente, salarios reales crecientes y tasas de ganancia decreciente , hechos que se manifestaron con mayor claridad y contundencia a partir de 1973. Las tasas de ganancia en las principales economías de la OCDE fueron en el año 1979 un 65% de las registradas como máximas desde 1973 - en EEUU un 54% y en Japón un 46% -. Similares datos se registran para la participación de las ganancias en el producto que en promedio fueron de un 72% para las economías mencionadas (A. Glyn 1990, 84).
Este aspecto puede resultar controvertido para explicar la caída de las tasas de ganancia y el deterioro del modo de desarrollo de la edad de oro debido a que los datos sugieren un estrangulamiento de las ganancias por crecimiento de los salarios por arriba de su productividad . Sin embargo, aún con salarios constantes respecto de su productividad –ambos con tasas de crecimientos menores a partir de 1968 aprox. - , el incremento superior de la relación capital-trabajo con una relación al menos constante producto-capital supone una caída de la tasa de ganancia por razones un tanto distintas. La explicación anterior no asigna necesariamente una causa a la caída de la productividad, siendo ésta la causa fundamental de la caída de la tasa de ganancia y consecuentemente inversión y salarios en Glyn (1990).
El “exceso de capacidad y producción” sostenido por Brenner (2003) tiene cierto atractivo, por un lado, si puede mostrar que los precios cayeron con respecto a los costos del trabajo industriales con la consecuente caída de tasa de ganancia, pero al mismo tiempo demostrar que fue el exceso de capacidad lo que produjo esa caída y dar cuenta que este sector es clave en el desarrollo del sistema en aquella época. Respecto del primer dato Brenner muestra las diferencias entre el sector industrial y no industrial. En el primero, entre 1965 y 1973, la tasa de beneficio cae un 6%, los salarios reales suben un 1,9% y la productividad del trabajo lo hace en un 3,3% sin embargo muestra que el incremento en los costos laborales casi igualan al incremento de productividad pero los precios unitarios crecen solamente a un 2,1%. La caída de la tasa de ganancia no es consecuencia del aplastamiento por parte de los salarios, sino que la causa anterior es la desproporción entre los medios de producción y el patrón de consumo, es decir la caída de la productividad es una consecuencia del “exceso de capacidad y producción” .
Esta interpretación requiere suponer que la ley del valor actúa deficientemente. Es una proposición que sale de las mismas palabras de Brenner,
“…las empresas habrían respondido al descenso en la tasa de beneficio derivado de la intensificación de la competencia desplazando medios de producción de las ramas económicas hipertrofiadas a otras nuevas, en las que la rentabilidad potencial fuera más alta. Pero el proceso habitual de ajuste no alcanzó el efecto esperado.” (Brenner 2003, 54)
La explicación subyacente es la negación del proceso de movimiento de capitales que requiere la ley del valor para accionar. El problema de Brenner es que asigna este mecanismo a casi medio siglo debido a que el problema del “exceso de capacidad y producción” y que está lejos de solucionarse siquiera entrada la década de 1990 donde el proceso es potenciado por el peso adquirido en el mercado mundial de las economías asiáticas.
Brenner nunca muestra de qué forma una caída en la tasa de ganancia de la industria en Estados Unidos hace caer la tasa de ganancia general. Anwar Shaikh cuestiona que esto siquiera sea posible ya que entre 1965 y 1973 “las manufacturas representaron cerca de un 25% del producto bruto interno (PBI) de Estados Unidos, y sólo el 12% del PBI del mundo desarrollado” [la traducción es mía] (Shaikh 1999, 104) y dirige varias críticas adicionales a los argumentos de Brenner que de algún modo pueden dirigirse a los argumentos de Glyn, Hughes, Lipietz y Singh debido a que ve una tendencia a la caída de la tasa de ganancia dominada por una caída más significativa en la relación producto-capital y con una leve tendencia de los precios de las manufacturas a la baja y por lo tanto excluye la caída de los beneficios en el producto como razón fundamental .
Shaikh acusa a Brenner por un lado de neoclásico por descubrir aparentemente en él una teoría de la competencia perfecta oculta, es un argumento muy cuestionable ya que se puede disponer de una teoría de la competencia sin fundamentos neoclásicos o dicho de otra manera, porque la economía neoclásica no se puede reducir sólo a las formas de competencia, los fundamentos epistémicos y ontológicos se pasan de largo a Shaikh en el afán del descredito de los fundamentos de Brenner. Por otro lado – y tal vez con un poco más de solidez – nota irónicamente que el mismo Brenner cae en argumentos Smtihianos al aceptar que la caída de la tasa de ganancia en un sector puede arrastrar a la tasa de ganancia general. En rigor el argumento Smithiano de Brenner se traduce en la confianza que depositaba Smtih en que la intensificación de la competencia reduzca los precios en conjunto con la teoría de la formación de precios por los costos de producción, es decir, si el precio cae pero el salario mantiene su “parte componente” del precio entonces debe caer necesariamente la “parte componente” que queda, en este caso los beneficios. La ampliación de los mercados daba un claro respiro a este proceso, es por ello que Brenner dice que las economías capitalistas avanzadas dependían de subvenciones “a la “demanda externas” derivadas de los déficits públicos y del “efecto riqueza” de las burbujas financieras (Brenner 2003, 64) .
Glyn otorga crédito al argumento que el incremento de los costos laborales no pudo trasladarse a precios y con ello compensar la caída de la tasa de ganancia, en sus términos,
“Nuestro resumen ecléctico de influencias en la reducción de las ganancias antes de 1973 hace hincapié en la desaceleración de la productividad, el aumento del costo real de producción, las restricciones de los mercados de trabajo que han dado lugar a un incremento secular de la negociación de los trabajadores, y la intensificación de la competencia especialmente a través de las fronteras nacionales…” [La traducción es mía] (A. Glyn 1990, 82)
A diferencia de la postguerra donde los tipos de cambio fijos, los incrementos de productividad y la competencia internacional ponían un límite a la inflación, a partir de 1973 las pujas salariales con menores niveles de productividad y las salidas al sistema de tipo de cambios fijos produjeron un cambio en los niveles de inflación con los que se perpetuaba el sistema. En rigor es un síntoma del cambio en el patrón de acumulación de capital.
Cabe preguntarse cuál es la causa primera de la caída de la edad de oro del capitalismo. La explicación de Glyn parece sospechar de la simpleza técnica que asigna la caída de la productividad a la caída en la relación capital-trabajo con la consecuente caída del producto industrial y vía efecto Verdoorn . En su lugar, propone revisar aspectos sociales relacionados con el mercado de trabajo. Las presiones del salario nominal frente a la relación con la productividad y la formación de precios vía mark-up en conjunto con los ímites impuestos al crecimiento de los precios vía el comercio exterior y los movimientos de capitales permitieron combinar un período de caída de tasas de ganancia e inflación (A. Glyn 1990, 95).
A mi modesto modo de ver concluyo con con varias dificultades en identificar el motivo de la caída de la tasa de ganancia en el mundo desarrollado desde al menos 1965 hasta el fin de la edad de oro en 1973. Shaikh ve una tendencia de largo plazo a la caída de la tasa de ganancia debido al incremento de capital adelantado sobre el excedente (con calculos diferentes al del resto de los autores), no cree necesario descomponer los agregados para darle fortaleza empírica a sus conclusiones, aunque lo hace mediante instrumentos teóricos. Por otro lado, Glyn asigna un papel fundamental a la caída de la productividad y al mantenimiento del poder de compra relativo de los salarios pero no asigna ninguna causa teórica o empírica a este efecto, en rigor la caída de la productividad misma. Por último, Brenner pone el acento en un aspecto enunciado por Glyn, el incremento de la competencia industrial internacional como determinante del aplastamiento de las ganancias en EEUU pero no explica de qué forma esas caídas se traducen en una caída generalizada de la tasa de ganancia a nivel mundial.
Una posible solución al problema sería volver a las fuentes, en ninguno de los tres autores hay una diferencia entre capital adelantado por salarios y cantidad de trabajadores (capital variable, trabajo vivo, etc.) y rotación de insumos y capital fijo (capital constante, trabajo muerto, etc.). Existen varios problemas de medición además del tiempo de rotación del capital. Por un lado salarios y producto no están medidos en la misma unidad (generalmente salarios reales se vinculan con precios al consumidor y producción con precios implícitos), una dificultad mayor presentan los datos necesarios de cantidad de empleo y salarios nominales mensuales anualizados. Por otro lado la productividad está medida con los mismos índices de precios por lo que una caída de producto a valores constantes puede deberse a un incremento de la competencia como a una utilización menos eficaz de la fuerza de trabajo, con salarios crecientes o constantes. Otra dimensión del problema será la de comprender si el grado de explotación de la fuerza de trabajo disminuyó o se mantuvo constante con incrementos del capital constante.