lunes, enero 19

La “experiencia” Piketty


Presentación de Thomas Piketty en la fundación OSDE
Tal vez uno de los fenómenos más relevantes que aporte la reciente publicación de El Capital en el Siglo XXI del economista francés Thomas Piketty (43) sea la experiencia recogida por aquellos que indagan el devenir de las actividades de nuestra ciencia y profesión. Mirando atrás la última vez que la economía discutió con este énfasis un gran libro fue en la publicación de la Teoría General… de Keynes en 1936, también siete años después del inicio de una gran crisis.
Hace más de medio siglo que la economía viene cambiando la forma y los contenidos del diálogo. La proliferación de artículos en revistas, la especialización temática y metodológica, su internacionalización e institucionalización, la búsqueda de reputaciones académicas, la competencia de los rankings de los departamentos de economía de las universidades y publicaciones, se hicieron moneda corriente en más de 60 años de norte-americanización de nuestra ciencia.
Matemática ¿Estás ahí?
Hay que decir que el diálogo no es algo frecuente en economía. Datos publicados por el investigador Galés Joe Francis en su blog muestran que para fines de la década de 1960 un poco menos del 24% de los artículos publicados en las cinco principales (léase, condicionantes) revistas académicas contaban con un comentario o réplica. Ese porcentaje cae hasta nuestros días por debajo del 3%. 
En el año 2012, investigadores de la London School of Economics y el FMI estudiaron los efectos académicos del uso de las matemáticas en la economía y encontraron una fuerte tendencia en la matematización dando evidencia sugerente de la intensidad de este cambio: Entre 1895 y 1905 había un promedio de 4 ecuaciones por artículo al año. Entre 1996 y 2006 el promedio anual de ecuaciones por artículo asciende a 70. Antes de 1950 se podía encontrar 1 resultado econométrico cada 10 artículos publicados, posteriormente a esa década se encuentran 12 resultados econométricos cada 10, efecto por supuesto de la incursión informática en los economistas y de sus ganas de matematizar todo lo que tienen a mano. El trabajo señaló también que las probabilidades de ganar un Premio Nobel (Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel) aumentan cuanto más formación y uso de las matemáticas se encuentran en el premiado.
Cuenta un colega que el creador del Análisis Económico Input-Output, Wassily Leontief, revisó los artículos publicados entre 1977 y 1981 en uno de las revistas académicas más consultadas en la actualidad por los economistas de todo el mundo (el American Economic Review) y decidió dejar de publicar en ese tipo de revistas, luego de observar que el 54% de sus revisiones eran modelos matemáticos sin observación empírica, el 23% extraía inferencias estadísticas de datos recogidos con propósitos diferentes y 12% eran análisis sin datos ni formulaciones matemáticas. En esa búsqueda también encontró una investigación empírica sobre la maximización de la utilidad de las palomas. El artículo había sido publicado en 1981 bajo el título Income-Leisure Tradeoffs of Animal Workers, donde se buscaba demostrar la aplicabilidad de la teoría del consumidor para predecir comportamientos de las aves. Este artículo se publicó en la revista más consultada de la economía moderna en el año 1981, al que están suscriptos más de 19.000 economistas de todo el mundo y que es fuente de consulta en muchas instituciones públicas y privadas relacionadas con la producción intelectual y material.
No sorprende que Piketty señale que los economistas estadounidenses no lo convencieron demasiado cuando arribó a ese país a los 22 años de edad. Tampoco sorprende que indique que “…la disciplina económica aún no ha abandonado su pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones puramente teóricas y muy a menudo, ideológicas, en detrimento de la investigación histórica y de la reconciliación con las demás ciencias sociales”. La profesión quería al joven Piketty que hacía su tesis con unos teoremas abstractos aunque “…no conocía nada de los problemas económicos del mundo”. Pero es la misma profesión que quiere al maduro Piketty, que dejó las matemáticas, se volvió a Francia y sabe un poco más del mundo real.
Piketty en Argentina
El pasado viernes 16 de enero este economista visitó nuestro país para dialogar con funcionarios públicos, economistas y otras audiencias en la Capital Federal. Una de estas audiencias se desarrolló con un raro conjunto de patrocinantes privados y públicos, en el centro geográfico de las administraciones de las empresas transnacionales, a pasos de nuestro subdesarrollado centro financiero (microcentro) y a metros donde una parte del dinero de dudosa procedencia va a parar, Puerto Madero.
Este autor convoca a faranduleros como a científicos sociales. Evoca críticas desde la izquierda, el centro, hasta los conservadores y libertarios. Lo discuten desde hombres de negocios y embajadores hasta intelectuales y sindicalistas. La experiencia Piketty tiene esa extraña combinación de interpelar a muchos ¿Por qué razón? Cuando se lo pude preguntar respondió “No sé, tal vez tuve suerte” y señaló que existía una demanda de la democratización del pensamiento. Mostró particular interés en decir que el lenguaje del libro es accesible al público no especializado y señaló que los economistas “ya no escriben, ni leen libros”.
Evocar a la suerte no fue la mejor respuesta que esperaba del ocupante del puesto trece entre los economistas más influyentes del mundo (según The Economist). En principio diré que la experiencia Piketty no es fácil de estudiar. Para tener una imagen nítida de los fenómenos del conocimiento pueden pasar décadas, cierto. Sin embargo eso no nos impide especular acerca del porqué de esta difusión, de este debate, de esos lectores, etc.
Piketty analizó un proceso de largo plazo que gran parte de sus estudiosos reconocía, aunque con datos parciales. Apareció en un momento en que dejó de mostrar urgencias la principal economía del mundo, EE.UU. Desde el año 2007, una batería de publicaciones sobre la crisis llamaba la atención a la luz de la decadencia de la economía americana. ¿De qué servía pensar el largo plazo si se desconocía el presente? O mejor ¿Cómo íbamos a debatir sobre el capital en los dos siglos pasados si queríamos revisar qué le pasaba al capitalismo en los últimos 30 años? Asimismo concentró su ataque al indicador más grosero desde los años 70s: la desigualdad. No sólo de ingresos, sino de propiedades. Recién cuando los debates sobre la crisis del 2007 se habían logrado ordenar en sus respectivos espacios, apareció un libro con un título sugerente. ¿Una reinterpretación del El Capital de Marx para el nuevo siglo?
En las primeras páginas del libro el autor deja ver que no es un aporte desde el marxismo. Su discurso provocó al mundo de las finanzas y negocios (Financial Times, Wall Street Journal, Foreign Affairs, Forbes, etc.), hizo eco tanto en un mainstream de voces críticas como Joseph Stiglitz y Paul Krugman como al mainstream en persona: Gregory Mankiw. El título del libro evocó a estudiosos de izquierda que se vieron interpelados por la ignorancia de la derecha que acusaba al propio Piketty de marxista, pretendiendo con ello disparar contra su mensaje reformista y de paso, asegurarse que el marxismo seguirá marginado de la academia.
Pero este abanico de interlocutores no son tantos como para convertir al libro en un best seller. Queda sin explicar por qué la publicación fue un éxito editorial. Las librerías de EE.UU. lo ponían en vidrieras junto a los grandes libros de cocina, las novelas del momento y otros libros de chismerío político. Creo que una mirada del mensaje de Piketty puede aportar algo a esa explicación: la separación de la propiedad y gestión se aceleró después de las décadas de 1970 y 1990, el 10% más rico de EE.UU pasó de tener el 35% de la riqueza anual en 1980 hasta casi el 50% en los años previos a la crisis del 2007. Unos días atrás un informe señaló que en dos años el 1% de los más ricos del mundo podría quedarse con la mitad de lo producido en un año (oxfam.org). Éste es el hecho que motiva la reacción del movimiento Occupy Wall Street nacido en 2011 en las calles del distrito financiero de Manhattan cuando dicen: “somos el 99%” que “patea el culo de la clase dominante”.
No obstante lo anterior, los hombres de negocios, gerentes medios y demás no estuvieron exentos del discurso dominante de las finanzas, por el contrario, formaron parte de él. Hace tiempo asistimos a que las profesiones encuentren su cultura financiera de alguna forma, ya sea incorporando ese discurso en los currículums de grado y posgrado, a través los libros sobre la gestión del patrimonio (How to Make Money While you Sleep!) y su vínculo con los mercados financieros o mediante cursos online introductorios a las finanzas. El mensaje de la economía de tu vida cotidiana y la financiarización es contundente: el arquitecto, el vendedor, el odontólogo, el dueño de un comercio, el farmacéutico, etc., todos deben saber cómo hacer dinero mientras duermen. No olvidemos el éxito editorial -simétrico del fracaso intelectual- que provocó el famoso Freakonomics no hace tantos años al señalar que la economía es un método y se puede aplicar a casi cualquier cosa. 
El batallón de revistas y periódicos que durante años contribuyeron a instalar el discurso económico-financiero en la ciudadanía, ahora se ocupaba de señalar o criticar el mensaje de Piketty, que por cierto, también era una buena salida para dejar de dar explicaciones sobre el desastre que sus defendidos lideraron. Si en los mercados de valores el comportamiento por imitación provoca corridas de ventas y compras, ¿cómo no podría suceder ello con un libro que va a hablar parcialmente de quienes poseen, desean o aborrecen esos valores? Seguramente esa suerte a la que hacía referencia el autor sea parte del comportamiento mimético que existe en nuestra sociedad y que coadyuvó a su éxito editorial.
Más allá del debate Piketty
Recientemente en Argentina, se publicó una compilación de artículos denominada El Debate Piketty donde se exponen algunas repercusiones teóricas que tuvo el libro entre distintos actores. El título de esa compilación es interesante porque delimita una parte del fenómeno: el debate. El problema adicional a las ideas -independientemente de cómo fueran estimadas- de Piketty, es que provoca no sólo debate sino una experiencia distinta a la que estamos acostumbrados en la forma de producir, difundir y debatir pensamiento económico, y lo hace además, en unas décadas de conflicto espasmódico contra el pensamiento dominante.
No digo que estemos cambiando la forma de dialogar a causa de la experiencia Piketty -personalmente creo que ello no sucederá-, lo que resulta interesante es preguntarse por qué razón en la academia, la política y los negocios se ha prestado atención a un autor que no dice lo que el 1% con más poder de compra quiere escuchar, que no lo hace de la forma que la mayoría académica respeta (sino que acusa a la profesión de infantil) y que lo hace en un libro de más de 650 páginas que difícilmente un ciudadano corriente esté llamado a comprar.
Hace un tiempo que estudio a la academia, he visto y concluido que la debilidad intelectual puede durar mucho y que deben ocurrir eventos muy groseros antes que el frasco se rompa. Tal vez hayan querido dejar de formalizar tonterías, de hablar de blancas palomitas y algunas semillas de pensamiento crítico se plantaron después de décadas de cambios geopolíticos y crisis económicas. Pero la debilidad intelectual puede permanecer en el tiempo y la experiencia de las ideas económicas del siglo XX muestra que la economía que domina se ocupó muy bien de traducir los mensajes problemáticos al idioma de la armonía y la conservación.   
En fin
Piketty es profesor de la École d’Économie de Paris y ciertamente uno de los pensadores globales más influyentes. Recibió en 2013 el premio Yrjö Jahnsson de la European Economic Association (YJEEA) y recientemente rechazó la distinción de la Legión de Honor que otorga el Estado Francés al indicar que no es el gobierno quien debe decidir quién es honorable.
Teniendo presente que Piketty ha hecho mucho ruido en la profesión, que recibió el premio YJEEA en Europa (comparable a la John B. Clark Medal en EE.UU), que también el actual francés premio Nobel en economía Jean Tirole en 1993 recibió el YJEEA, que el 40% de economistas que titularon el premio del Banco de Suecia habían recibido anteriormente la medalla John B. Clark, parecen ser pistas suficientes como para ignorar que pueda ser propuesto por el Banco de Suecia al premio en honor a Alfred Nobel en un futuro, tal vez no tan cercano.
Decía una no-ganadora de premios bancarios como Joan Robinson que “…si la Economía es el opio de las almas religiosas, la principal crítica contra los excesos de los adictos a esa droga habría que enderezarla hacia quienes la fabrican.” Me gusta creer que Piketty no fabricó opio, que llegado el momento su contribución posterior a este intenso debate argumentará que a ningún banco le toca decidir quién se lleva los laureles y esta experiencia habrá sido realmente constructiva para lograr un cambio en las formas de pensar la economía.

1 comentario:

Best Seller dijo...

Impecable análisis.
Me quedo con esto: "lo que resulta interesante es preguntarse por qué razón en la academia, la política y los negocios se ha prestado atención a un autor que no dice lo que el 1% con más poder de compra quiere escuchar, que no lo hace de la forma que el 90% de la academia respeta y que lo hace en un libro de más de 650 páginas que difícilmente un ciudadano desinteresado este llamado a comprar."
Yo me pregunto exactamente lo mismo. Además me pregunto por qué Piketty y no un tipo como Galbraith, que escribe desde bastante antes sobre estos temas, y que también ha tenido llegada en el mainstream.
Saludos.