Pero
si la Economía es el opio de las almas religiosas, la principal crítica contra
los excesos de los adictos a esa droga habría que enderezarla hacia quienes la
fabrican…
Joan
Robinson
A la Economía que ha dominado desde
fines del siglo XIX hasta nuestros días se le ha denomina comúnmente Economía neoclásica. Dicho término se ha
asignado a un marco teórico ni más ni menos difuso que el resto de los cuadros.
Si nuestro propósito es realizar una crítica es preciso delimitar su contenido.
El término neoclásico resulta
bastante inadecuado para darle un primer carácter a este cuerpo. Colander (2000)
anunciaba la muerte de dicha Economía, no de su contenido, sino del término
utilizado para designar las prácticas de cuerpo difuso en la actualidad. Aunque
utiliza para ello otras nóminas no menos controversiales como Economía moderna[1]
o economía del nuevo milenio. Dicho
término es confuso, además, para a los nuevos ingresantes al estudio de nuestra
disciplina. Por un lado generaliza la Economía nueva. De un lado, la contrapone
a algo antiguo: clásica, marxista, institucionalista y hasta keynesiana. Por
otro, si al filtrar lo novedoso se presupone que hemos filtrado los aportes
antiguos, también lo novedoso viene a explicar algo corriente. Lo nuevo es por
lo tanto lo válido[2].
Sin perjuicio de lo anterior, el
término neoclásico vuelve a confundir anunciando una nueva Economía que
conserva mucho más en su nombre de los clásicos que de lo nuevo, entonces, no
resultará moderna, menos aún posmoderna, sino con fundamentos en un capitalismo
distinto (el del siglo XIX). Sin embargo, en los hechos, la Economía neoclásica
no ha conservado muchas cosas de los clásicos y hasta podríamos decir que han ignorado
los aportes más significativos de aquella Economía Política del siglo XVIII y
gran parte del XIX (Volveremos luego con un ejemplo en el caso del estudio del
capital y la distribución de valores). ¿Cómo denominar entonces a este cuerpo
dominante de la Economía?
Colander, Holt y Rosser (2003) hacen intentos de aclarar el uso de los términos:
ortodoxia, mainstream y neoclásico,
por separado. Al igual que otros trabajos relacionados, hacen caso omiso al
proceso por el cual unos autores forman parte de la elite de la Economía. En cambio, se insiste en que el método
utilizado es quien delimita la pertenencia. De este modo, se evita dar una
discusión del proceso social por el cual algunos autores son premiados y otros discriminados
de los recursos para investigación, premios, etc. (discusión investigada por
Lee, 2009). Resulta notable que en los argumentos explicar por qué la Economía
de elite está abierta a nuevas ideas se afirme que, pese a que se siguen usando
modelos, su naturaleza ha cambiado incorporando los siguientes tópicos:
1)
La
teoría evolutiva de los juegos está redefiniendo cómo las instituciones están
integradas en el análisis.
2)
La
economía ecológica está redefiniendo cómo se relacionan la naturaleza y la
economía.
3)
Los
aportes desde la psicología están redefiniendo cómo se trata a la racionalidad.
4)
Frente
a las limitaciones de la estadística clásica, los estudios econométricos están
redefiniendo cómo piensan los economistas de la prueba empírica.
5)
Teoría
de la complejidad está ofreciendo una manera de redefinir la forma en que
concebimos de equilibrio general.
6)
Las
simulaciones por computadora ofrecen una forma de redefinir los modelos y cómo
éstos se utilizan.
7)
La
economía experimental está cambiando la manera economistas pensar en el trabajo
empírico.
Es
interesante que los términos, político, Estado, clase, conflicto, crisis,
capital, poder y tantos otros relevantes no se asomen en esta reconfiguración.
Por el contrario, podríamos decir que respecto a 1) acorde a la experiencia con
el neoinstitucionalismo, ha incluido al Estado caracterizándolo funcionalmente
como una organización con ventaja comparativa de la violencia que existe en la
medida que pueda reducir los costos de transacción; el significado económico
del Estado resulta el mismo que el de una empresa privada (Nieves San Emeterio,
2006, Pág 71). De este modo, no entusiasma mucho el hecho de cómo han incluido
las instituciones aquellas teorías que buscan adaptarse al cuerpo dominante. Respecto
de 2), es notable que la definición clásica de la Economía entre el hombre y la
naturaleza, la escasez y la selección de técnicas y consumos sean las únicas
que puedan modificarse significativamente para ser utilizada en los aportes
hacia la ecología. Sin embargo, toda técnica y ciencia es política y la
definición no escapa a ello, se requiere, de nuevo, un cambio radical en la
concepción de la disciplina. El punto 3) es curioso que se exponga como una
virtud el hecho de haber declarado que los seres humanos no somos racionales en
las decisiones económicas luego de haberlo afirmado por decenas de años. Los
clásicos no precisaron meterse en semejante embrollo, y, de hecho, la
psicología, tiene similares problemas para conocer las conductas de los
humanos. Lo notable es creer que ello forma parte del núcleo necesario de
nuestro conocimiento. El punto 4) no es otra cosa que fundamentar más aun sus
instrumentos de dominación simbólica. No resulta una novedad ya que viene sucediendo
hace tiempo. Al menos, luego de las catástrofes evidenciadas por el uso de
distribuciones normales en el cálculo de probabilidades de activos financieros,
algunos han creído que hay cisnes negros,
tormentas perfectas, etc. que sus
modelos no alcanzan a visualizar, por ende son incompletos. No tengo mucho más que
agregar aquí. En el punto 5) debemos preguntarnos ¿Qué pruebas existen que la Economía
dominante adopte epistemologías de la complejidad? En caso que existan (tengo
muchas dudas sobre dicha prueba), ¿qué tipo de teoría de la complejidad se está
desarrollando? Y, teniendo presente los puntos 4), 6) y 7), ¿resulta
contradictoria esta afirmación? 6) y 7) son hechos que ocurren en todas las
ciencias y no forman parte de una opción científica sino de una necesidad. Es
decir, si ahora podemos procesar millones de datos en segundos, almacenar
durante varias generaciones de científicos datos de forma que hasta superan la
capacidad de análisis, comunicar científicamente de forma inmediata un
resultado interesante es una necesidad impuesta por el desarrollo de las
fuerzas productivas, del cual, la misma ciencia compone, ahora bien, si esa
difusión, esos datos y esos recursos los utilizamos para estudiar a la libertad
de elección y la satisfacción de las palomas (ver nota), entonces
la dirección y el contenido no nos llevarán lejos.
Dequech (2007), da jerarquía al término mainstream frente al de ortodoxia y ambos al de neoclásico[3]. El termino maistream refiere a un énfasis en el
aspecto sociológico de la ciencia, es decir, que un cuerpo de teorías domine el
saber requiere una explicación y el uso del término que designa esas teorías
hace referencia a ello. Por otro lado, el término ortodoxia refiere a una
sujeción de ideas, es decir pone énfasis en lo intelectual -en particular en
este caso- asociado a la Economía neoclásica. Lo que el autor
llama Economía neoclásica está compuesto por la combinación de las siguientes
características: 1) el énfasis en la racionalidad y el uso de maximización de
la utilidad como criterio de racionalidad, 2) el énfasis en los equilibrios y
3) el descuido del lugar de la incertidumbre.
Continúa aquí sin hacer hincapié en
las categorías fundamentales y los objetos de la disciplina. La Economía no es
la ciencia que estudia la racionalidad, o la incertidumbre de forma exclusiva,
sino que son aspectos subordinados del estudio de los procesos de producción,
distribución, cambio, consumo y con ellos sus categorías fundamentales como el
valor, el capital, el trabajo asalariado, el dinero, etc. Es decir, que el
objeto de estudio pone el límite a la caracterización de determinadas formas de
hacer ciencia. En el caso neoclásico resulta esencial señalarlos acorde a la
definición del objeto de la ciencia y la naturaleza de sus categorías, además
de sus métodos.
Hay una realidad que discutir y se
hace necesario disponer de ciertos parámetros sobre el estado de la Economía
Política para pensar el porqué de su crisis. Este hecho, tan simple, tan
evidente, que se encuentra en una mayoría de las disciplinas sociales
académicas -la filosofía, sociología, psicología, historia, etc.- y que es, el
estudio del desarrollo de sus aportes al conocimiento del ser humano, para
nosotros -los economistas- nos resulta desdeñable. Es por ello que evitamos
investigar con nuestros estudiantes de primeros años de qué viene la Economía
Política. La historia del pensamiento económico es sino, el aspecto más desvalorizado
de esos cursos iniciales.
[1] Existen
publicaciones de autores no-neoclásicas con dicho término. El caso de la Introducción a la economía moderna de
Joan Robinson y John Eatwell puede ser un buen ejemplo de ello.
[2] Mark Blaug afirma que debemos
evitar “tomar la paja por el trigo y a pretender la posesión de la verdad
cuando sólo poseen una serie intrincada de definiciones o juicios de valor
disfrazados de reglas científicas. Sólo mediante
el estudio de la economía moderna resulta posible darse cuenta de esta
tendencia” (Blaug, Teoría económica en
retrospección 2001, Pág. 784).
[3] Un economista del mainstream
puede no sostener ideas neoclásicas y viceversa. Un economista neoclásico puede
tener aspectos no ortodoxos y viceversa.