viernes, enero 18

Hobsbawm te dice "Cómo cambiar el mundo"

Recientemente falleció el historiador Eric Hobsbawm cuyas obras son archiconocidas.

Este post refiere al último de sus escritos Cómo cambiar el mundo, que pretende reflexionar sobre el impacto de Marx y Engels en el pensamiento contemporáneo.

Comencé a leerlo con entusiasmo y finalicé con amargura. El libro no me ha provocado mayor conflicto que el de la seriedad con que me tomo lo escrito por Hobsbawm, pero no porque no crea que es un valioso estandarte de la historiografía universal (si tal cosa es posible en un sujeto), sino porque resultó ser un libro (en su segunda parte) de opinión más que de historia, donde priman las ausencias de referencias, cuando no informaciones más que cuestionables sobre el estado de las ideologías en otras partes del mundo que no fueran europeas.

Las virtudes del escrito se evidencian cuando el autor pretende hacer una historia de los textos de Marx y Engels (sobre todo del Manifiesto) y creo muy valioso su aporte al estudio y el significado del socialismo antes de Marx -defecto, si se quiere, de aquellos no revolucionarios- aunque llama la atención su referencia a Marx como el “último y más abrumadoramente grande de los socialistas ricardianos”, problema que creo interpretativo de varios marxistas pero sobre todo, de la economía desde Eugen von Böhm-Bawerk hasta la actualidad.

Llama extremadamente la atención su pretensión de universalidad habiendo subestimado de manera tan burda el pensamiento y la política latinoamericana, al menos. Es notable que cuando exprese las ideas marxistas en América Latina señale sólo a dos intelectuales no latinoamericanos como Andre Gunder Frank e Immanuel Wallerstein, habiendo un listado enrome e otros, incluso más relevantes, para ocupar esos nombramientos. O cuando al pensar el peronismo señalara que su “ideología consiste básicamente en la lealtad a un general demagogo (…) dispuestos a fomentar los movimientos obreros como parte de su lucha contra las viejas elites de terratenientes…”. Sorprende más aún porque, si el libro hace justicia a algo, es en su crítica hacia el comunismo demagogo estalinista, que sorpresivamente sigue vigente para afortunadamente pocos marxistas en Argentina hoy en día. La misma demagogia es utilizada por Hobsbawm para pensar eurocéntricamente a América Latina, el autor evidentemente no le ha preocupado la región, pero estemos advertidos al menos (no recuerdo una sola referencia bibliográfica latinoamericana).

Tal vez esta valoración sea un poco exagerada ¿Quién seré yo para criticar a esta figura de la cultura universal que sin lugar a dudas ha hecho historia? Simplemente un latinoamericano más que le cansa que lo piensen y le digan cómo nos ha sido el mundo y de qué forma somos tan irrelevantes para el curso de nuestra historia. No lamento que fuera así, el centro-centrismo no es exclusivo de los norteamericanos (disculpen canadienses), también es llamativo siendo que -como señalara muy bien el autor- incluso a una figura como Marx se le había pasado pensar en Rusia como un potencial revolucionario.

Finalmente el libro termina sin estudiar el impacto del pensamiento marxista para reflexionar sobre la crisis actual, de hecho, siquiera la caracteriza.

Sin lugar a dudas la idea del libro (a pesar de mis comentarios negativos) sigue siendo un intento que justifica mayores esfuerzos. Creo que la dirección ha sido la correcta, el contenido infelizmente no, al menos para la segunda parte del libro. Tal vez pueda contentarme en que el historiador más conocido ha querido poner de nuevo (luego de los 70s) en debate al marxismo a la luz de los acontecimientos recientes.

Recientemente un ex-amigo de Bernardo Neustard reflexionaba de forma subdesarrollada:

“Lo de que Carlos Marx cada vez escribe mejor alude al esfuerzo de algunos, de reescribir lo que éste dijo a mediados del siglo XIX, para aplicarlo a la situación actual. Al respecto mi recomendación es la siguiente: bastantes problemas tenemos con los problemas. ¿A qué gastar energías, que podrían tener usos alternativos, para imaginar lo que Marx diría hoy, si viviera?”

Y sentenciaba de una manera burda, luego de haberse señalado a una historia del pensamiento económico de autores:
 
“Yo parto de la realidad, no de los autores”

Pues bien, estimados, hemos de comprender que si este economista puede partir de los hechos sin tener presente las influencias de su contorno, entonces es la prueba viva del materialismo histórico más evolucionista que se haya comprobado. Amigo economista, la estructura lo ha absorbido de forma tal que no fue necesario que usted fuera argentino, amigo del jet set noventista, que escribiera los newsletters instruyendo a Escasany y cía sobre las vicisitudes de la coyuntura, ni que leyera a ningún otro economista. La realidad y los hechos le han dicho a usted hacia dónde vamos. ¡Tomen nota los pocos estalinistas que quedan por allí., es prueba!

Hemos de advertir al lector de ambos (...los hay?), Hobsbawm no tiene esas pretensiones, sino las de poner a un autor en lectura que evidentemente es quien más molesta a los liberales, porque es aquel cuyos razonamientos no pueden (aunque hubo intentos) de una forma racional, unírseles ni concederles terreno alguno.

 

 

 

 

 

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